En
efecto, el papel de la oposición también debe ser valorado en este
análisis del ecuador del mandato municipal. Dos grupos, el
Socialista, con siete concejales, con el mayor número de votos en
las últimas elecciones; y el de Asamblea Ciudadana Portuense, con
tres.
Se
han esforzado en irradiar un trabajo constructivo, hecho que debe ser
ponderado, con presentación de iniciativas -algunas de ellas,
incomprensiblemente rechazadas; otras, pendientes de
materialización-, pero se han quedado cortos en la tarea
fiscalizadora, lo cual repercute no solo en un pálido discurso
crítico sino en el robustecimiento de la pretendida alternativa de
gobierno. De ahí el escepticismo que alumbrábamos en el final de la
primera parte de este trabajo. Preguntando, que es gerundio: ¿está
rentabilizando la oposición el malestar ciudadano, por el bien del
municipio? ¿Está controlando adecuadamente los problemas que a
diario se suscitan, especialmente en barrios y urbanizaciones, y que
los vecinos, en redes sociales, se encargan de denunciar? ¿Prefiere
ceder este papel? ¿Hace un seguimiento a fondo de la gestión
departamental para contrarrestar los alardes propagandísticos y, lo
que es más, las deficiencias que se advierten en aplicaciones
programáticas -programa, ¿qué programa?- y en las prestaciones que
se han de realizar?
Está
bien, nadie lo discute, la presencia en convocatorias y actos
públicos, reflejada también en redes de ciudadanía. Pero así como
se reconoce ese contacto con la población en concentraciones y
celebraciones de diversa índole, cabe exigir más a la hora de
reflejar el trabajo político propiamente dicho. Y éste, en la
oposición, tiene mucho que ver con el control y la fiscalización de
la acción del gobierno. La sensación que da en esta primera parte
del mandato es de blandura o endeblez política. Se puede entender
algunas razones, desde la dedicación posible por circunstancias
personales o profesionales a la limitación de recursos, pero se
necesita estar más encima de los temas, cruzar sus aristas., ser más
incisivos. Y para ello solo es preciso hacer seguimiento, hurgar allí
donde se aprecie una falla, estudiar a fondo los expedientes y
encontrar las derivadas. Desde luego, hay situaciones que casi a
diario invitan al doble ejercicio de denunciar y aportar una
alternativa. Y sin quejarse de la falta de atención que prestan los
medios de comunicación: con recursos propios, aunque limitados, en
una web actualizada a diario o repartiendo un folio o un díptico en
plazas, calles y bloques de viviendas, se puede transmitir a la
ciudadanía los contenidos de un trabajo serio, positivo y
predispuesto para una fiable alternativa de gobierno.
No
sabemos si los dos grupos estarán persuadidos de que dos años se
pasan volando y que, por tanto, han de replantearse una estrategia
que les permitan forjar proyectos viables y que sean apreciados por
la ciudadanía.
Y
en esos dos años, a ver qué rumbo toman algunos asuntos que hasta
ahora no duermen el sueño de los justos pero se enredan o se dejan y
se complican las soluciones. Están las grandes actuaciones
(estación, piscina, Taoro...) cuya tramitación se traduce en
avances lentísimos. Dejémoslas ahí, por el momento. Está aquella
comisión para el cuidado y la conservación del patrimonio, por
ejemplo, de la que nunca más se supo. Otro: un plan integral para el
complejo turístico 'Costa Martiánez' (Lago), con cuyos
rendimientos, no solo los económicos, hay que estar más atentos,
igual que con su mantenimiento, sobre todo cuando ya circulan
especies nocivas, merecedoras, cuando menos, de investigación.
Ver
qué se hace con Pamarsa. Y esperar que no se conviertan en
jeroglíficos de alto coste las circunstancias del personal
contratado, sobre todo para no abonarse a resoluciones judiciales
(presunta cesión ilegal de empleados) que llegan a poner en
entredicho el propio papel de los gobernantes, no porque se
equivoquen, que puede ocurrir, sino porque si las controversias se
fían a la determinación de la justicia, terminará dudándose de la
utilidad práctica de aquéllos.
Atención
también al funconamiento del Consorcio de Rehabilitación
Urbanística que ha ido ganando su espacio y hasta quienes no creían
en él ahora lucen prestos en fotos y proyecciones. El Consorcio
recibió en este mandato, por acuerdo plenario, las competencias
municipales en materia urbanística, decisión estructural que bien
merece un seguimiento. Alguien habrá de fiscalizar, ¿no?, y
comprobar periódicamente los efectos de esa determinación. En
cualquier caso, la dinámica del Consorcio tiene fundamentos para ser
positiva; pero hay que evitar los riesgos de convertirse en un
Ayuntamiento paralelo y de que las decisiones estrictamente
municipales, por indolencia, desidia, escasa capacidad o práctico
desmantelamiento, se adopten en ámbitos ajenos influenciables.
El
mantenimiento, en general, sigue siendo una asignatura pendiente. Al
menos, así se desprende de las impresiones de muchos vecinos que se
quejan. La prestación de los servicios básicos -el Puerto es una
ciudad que requiere una atención permanente en ese sentido- está
llamada a mejorar. También la visible en plazas, calles, avenidas,
instalaciones y jardines. Y que se pueda transitar por vías no
superpobladas de mesas, sillas y hasta neveras. Y que otras, de
circulación rodada, reciban una acreedora repavimentación so pena
de que las próximas lluvias las conviertan en barranquillos.
En
fin, dos años en que el repunte turístico favorecido por coyunturas
externas ha contribuido a hacer más llevadera la vida municipal,
necesitada de estímulos, porque no se va a poder vivir siempre del
Cabildo y del Consorcio.