El
periodismo parece estar superando los desafíos impuestos por la
pandemia. La industria se ha visto obligada a lo largo de los últimos
años a reinventarse y reconvertirse, de modo que ha sido posible
sobrevivir a la digitalización, la gratuidad, las crisis financieras
y un mercado más competitivo. Sin olvidar otros hechos, más
cotidianos, si se quiere, en el ecosistema periodístico: el auge de
los bulos, el incremento de sitios donde verificar y contrastar, la
precariedad en el empleo, los avances tecnológicos, los productos
alternativos y hasta la propia ética profesional. Sin olvidar un
género: el de las remembranzas, el de la utilización abierta de
archivos, de video y fonotecas que ha permitido reconstruir algunos
hechos y rememorar las entrañas de determinados acontecimientos.
Las
conclusiones apuntan al papel del periodista, que se ha revalorizado,
de acuerdo: “Ser periodista implica ser curioso y observador por
naturaleza. El periodista debe saber combinar la urgencia que marca
el ritmo de los medios con la pausa que marca que requiere la
información, para ser analizada y verificada. Tanto el periodismo
lento como el que se desarrolla en profundidad siguen teniendo gran
interés”, escribe la directora del Máster de Periodismo y
Comunicación Digital: Datos y Nuevas Narrativas, Candela Ollé, de
la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) que, en una de sus
reflexiones, remata: “un periodista sabe mucho de una amplia
variedad de temáticas, pero a la vez sabe poco de cada una de ellas,
por la poca profundidad que la agenda y el tiempo le permiten”.
Pero
hay que ser conscientes: los medios de comunicación llevan décadas
intentando encontrarse a sí mismos y ahora afrontan otros horizontes
que,
sin duda, van a marcar el futuro próximo de la profesión, desde la
implementación
del teletrabajo a
raíz de la pandemia –¿se puede hacer buen periodismo sin acudir a
la redacción, aquella en la que aprendimos y convivimos, lugar de
encuentro y choque de ideas?–, al desprestigio de la profesión, la
batalla con las noticias falsas y los vídeos descontextualizados
propagados a través de las redes sociales o la aparición de
herramientas de manipulación de la imagen –como la técnica del
‘deepfake’ o ultrafalso, fruto de la inteligencia artificial- que
hacen cada vez más difícil la labor de verificación de una
información ya no por parte de los medios, sino de los propios
consumidores.
Todo
ello fortalece la idea o el principio “ser periodista es ser buena
persona”, como sentenció el periodista y escritor polaco Ryszard
Kapuscincski, el hombre que, según alguna opinión, nunca fue
neutral, por lo que fue valorado como “la voz de los sencillos”.
Al respecto, la periodista y profesora del Máster anteriormente
mencionado, Ana Bernal Triviño, opinó que “para trabajar en el
periodismo, hay que ser una persona honesta, lejos de la
equidistancia y con la suficiente memoria histórica como para saber
de dónde viene el origen de cada problema”.
Todo
da a entender que lo que se precisa es un periodismo de calidad.
Aunque sea una mera formulación teórica, hay que esmerarse en ese
objetivo. Lo han dicho, al calor de su experiencia, directores y
directoras de grandes periódicos, como la directora ejecutiva de The
New York Times entre
2011 y 2014, Jill Abramson, quien nos acerca al dilema que significó
“el balance necesario entre salvaguardar la independencia de las
noticias y la necesidad urgente de encontrar nuevas fuentes de
ingresos". Abramson, en la actualidad, imparte clases en Harvard
y opina que la supervivencia de un medio “pasa directamente por la
calidad de la información”.
O
el presidente de la comisión directiva de Le
Monde, Louis
Dreyfus, para quien el futuro del periodismo de calidad para
innegablemente por la suscripción. "En los últimos años,
gracias a la explosión en el uso de plataformas como Netflix y
Spotify, el público ha adquirido la costumbre de suscribirse a
contenidos, siempre que estos sean exclusivos y de calidad. ¡Depende
de nosotros estar a la altura e invertir en contenido y, por lo
tanto, en personal editorial para ganarnos y luego retener a nuestros
suscriptores! Por otro lado, no creo en los kioskos digitales ni en
un Spotify mediático, porque creo que diluirían nuestros contenidos
en una gran masa sin identidad", según explicó a El
Confidencial.
El
profesor del máster en Innovación del periodismo, de la Universidad
Miguel Hernández, José Alberto García Avilés, es de la misma
opinión: "En 2020, los medios han logrado incrementos notables
en sus cifras de audiencia, en usuarios únicos y en conversiones en
suscriptores o socios". Según estos datos, en España los
medios con algún tipo de suscripción o membresía habrían superado
los trescientos cincuenta mil usuarios de pago en 2020. Los medios
que han apostado por escuchar a los lectores y ofrecer un periodismo
de calidad que aporta valor añadido están aumentando su base de
suscriptores". Aunque la tendencia, como él mismo reconoce, no
es fácil de consolidar. Lo explica de la siguiente manera: “Un
medio de calidad es, en sí mismo, un canal que aspira a ofrecer toda
una gama de productos, narrativas valiosas, periodistas destacados,
propuestas informativas relevantes y servicios útiles para los
lectores, por las que estos estarían dispuestos a pagar". Las
limitaciones del mercado y la poca costumbre de los consumidores a
pagar por informarse son razones influyentes.
¿Cuál
es entonces el futuro del periodismo? ¿Cómo se orienta su porvenir?
Las circunstancias son distintas, está claro. Los ordenadores
llegaron para modificarlo todo. Y los avances tecnológicos son
incesantes. La revolución digital comportó otro periodismo que ya
había pasado por otros procesos, si se quiere más modestos o más
rudimentarios. La profesora de Estudios de Ciencias de la Información
y de la Comunicación, Anna Clua Infante, también de la UOC,
interpreta que “el futuro del periodismo depende de nuestra
capacidad de perseverar en el deseo de pensar con calma y de
practicar una mirada atenta, no ante el espectáculo o el impacto
medido en un clic, sino ante la falta (y necesidad) de información
sobre lo socialmente importante”. Añade que “las nuevas y los
nuevos maestros son gente joven haciendo periodismo independiente, de
servicio público, a pie de calle o frente a una base de datos, y
que han roto los moldes de la empresa periodística. ¿Una rendija
en el oficio? Me gusta pensar que el futuro, si queremos cargado de
esperanza, se vislumbra mejor desde aquí”.
Los
desafíos están servidos. Si la tecnología nos brinda opciones para
multiplicar el eco de la información, hay que aprovecharlo. Eso sí,
sabiendo que las amenazas no se detienen ni se arrugan, como ese
discurso político cada vez más radicalizado e institucionalizado
que niega los hechos y lucha contra la convivencia pacífica y
democrática,
en gobiernos de todo signo y de muchas partes. Está claro que la
solución, según coinciden varios autores, pasa por recurrir
permanentemente a la objetividad, utilizar las mejores herramientas
tecnológicas, colaborar con otras áreas de conocimiento y con
profesionales de otros países y, por supuesto, no caer en la
propagación de información poro precisa o sin base factual, es
decir, la desinformación.
Mantener
los valores de confianza y credibilidad periodística, en resumen, es
el gran doble desafío de los periodistas del futuro.
(Artículo
publicado en el ‘Anuario de Canarias’, editado por la Asociación
de Periodistas de Tenerife)