Anghel Morales, editor, le echó desparpajo, entusiasmado con
su proyecto Generación 21; Juan
Bosco, introductor, con su prodigiosa voz de siempre, cautivó leyendo
fragmentos que encendieron aún más su interpretación y el aprendizaje de las
imágenes literarias; y Carlos Cruz
García, autor, desgranó algunas claves de su segunda novela, No es la noche (Ediciones
Aguere/Ediciones Idea), en la que ha
querido plasmar la tensión social, las preocupaciones particulares de la gente,
“un caballo que va muy a tirones” sobre el desarraigo del sur tinerfeño, donde
centra la acción que, en el fondo, entraña una ausencia de comunidad que, a su
vez, es una falta de comunicación.
Lo había
propuesto Bosco, muy espontáneamente, una suerte de comentario de textos con
las preguntas y las apreciaciones de los asistentes a la presentación del libro
en un repleto Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Y redondearon un
ejercicio sobresaliente, lleno de matices, de explicaciones y de sugerencias en
torno a una escritura pasional que cristaliza en un texto osado por cuyas aguas
complejas navega el autor con solvencia y con el estilo atrevido de su novela
anterior, H., a la que se refirieron
presentador y el mismo autor como germen de esas situaciones literarias que,
plagadas de misterio, van concatenándose hasta lo recóndito y hasta la búsqueda
incesante de su resolución.
Entonces,
auditorio, crítico y novelista disfrutaron a medida que los pasajes y las
claves de No es la noche iban “sucediéndose
a trompicones hasta hacerte chocar con las ideas”, en atinada definición de
Juan Bosco quien dijo haber aprendido muchísimo con un texto que se va
desarrollando en las diferentes mentes que operan en la historia, donde Eva y
Juan, los personajes principales, encarnan, pese al escaso diálogo que su
creador les confiere, los conceptos que le interesaban plasmar a partir de un
primigenio suceso de violencia de género que, en cualquier caso, no es el
principal pues hay mucho material (emigración, multiculturalidad, desempleo,
acoso laboral…) que pone de relieve, con visceralidad, las singularidades del
sur de la isla pero no para circunscribirlas pues está claro que el autor
quiere ir más allá de las fronteras isleñas.
En ese
“escaparate de la sociedad del momento” (palabras de Bosco), el granado
comentario de textos se detuvo también en la dualidad señalada al principio: no
hay comunidad, luego no hay comunicación. Pero el propio reconocimiento del
autor sobre la escasez dialogante no exime de la movilización de conciencia
social que procura con el conjunto del texto que arranca con un adverbio de
negación, con un título en negativo que, además de ser un reclamo, termina
rompiendo un clímax, los atavismos, esa especie de tragedia que no se
retroalimenta en un final que quiere despejar condicionantes o frustraciones y
abrirse paso hacia la luz, acaso la luz de la madurez que adivinó Eduardo
García Rojas en su crítica de esta novela cuyos lectores descubrirán una
copiosidad literaria que permite augurar la conquista de ese puesto destacado
en la literatura canaria que, según su editor, viene reclamando desde H.
Ahora, que tanto mar le siga preguntando por la tierra.
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