Lo primero que impresionaba de Ramón Alvarez Braun era su
voz. No era radiofónica sino por el halo de autoridad que desprendía a la hora
de facilitar cualquier explicación. Enfático, ajustado, su afán didáctico era
reforzado por aquel tono que imprimía en sus intervenciones.
Después, hay que ponderar su coherencia entre el discurso y
el método. Quiso practicar lo que predicaba. Ello elevó su estatura, sobre todo
a la hora de defender la honestidad en la política como una auténtica divisa.
Ramón Alvarez Braun nos ha dejado. En silencio. Y quienes le conocimos
y le tratamos sabíamos de su sufrimiento. Pero la tenacidad, otra de sus
cualidades, le impulsaba a seguir. No era de los que se rendía. Por eso, desde
su lucha en la clandestinidad, por las libertades y por la democracia, fue un
ejemplo. Abrazó un compromiso ético digno de reconocimiento.
Profesor de la Escuela de Aparejadores y de la Universidad de
La Laguna, Alvarez militó en el Partido
Socialista Obrero Español, en cuyo seno era muy apreciado por el sentido
consecuente de su pensamiento ideológico. Defendió la honestidad en la política como una
auténtica divisa.
En la primera legislatura autonómica, siendo Jerónimo
Saavedra presidente del Gobierno y Luis Balbuena consejero, ejerció como
director general de Planificación, Construcciones y Equipamiento Escolar de la
consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias. En el
desempeño de su cargo, sobresalió por las autoexigencias que se impuso para el
cumplimiento de los compromisos.
Se ganó el respeto de sus compañeros departamentales,
profesionales y políticos. Años después de cesar en la dirección general, fue
candidato del PSOE al Senado por la isla de Tenerife pero no salió elegido.
Ello no le impidió seguir defendiendo sus ideas en órganos y foros donde su
discurso, recio y contundente, siempre cosechó el reconocimiento que se otorga
a quienes enriquecen su ideología y trabajan con humildad y entrega a favor de
una causa.
Ramón Alvarez Braun defendió siempre a los más
desfavorecidos. Dedicó sus esfuerzos a mejorar la educación en las islas,
consciente, como era, de las necesidades que había. La Laguna, la isla,
Canarias, España: su visión del mundo era tan exigente como generosa. Un
socialista cabal y comprometido: esa era su realidad. Con aquella voz, con
aquella autoridad, con aquella autoridad. Con aquella dignidad.
Excelente persona, comprometido en sus quehaceres y que formó un magnífico tándem con Luis Balbuena en la Consejería de Educación. Artífice del 'nacimiento' de un gran número de centros docentes, entre ellos el de Toscal-Longuera.
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