Los americanos y sus ocurrentes reivindicaciones refrescan las
escrituras veraniegas. No es que reaviven un gran debate; al revés, llama la
atención que, a estas alturas, anden todavía con ciertas disyuntivas y quieran
solemnizarlas, elevándolas de rango, como es hacerlas coincidir con la fecha
del próximo domingo 26 de los corrientes, cuando se cumplen noventa y dos años
de la aprobación del voto femenino en los Estados Unidos. Para ese día, la
organización Go Top Less (Ir sin sostén, si
se permite la traducción), quiere inundar las avenidas de Washington con el
grito (que quieren convertir en derecho) de que las mujeres tomen el sol en
lugares públicos o se bañen sin sujetador, sin la parte de arriba del biquini. Hay
ciudades con normativa estricta que prohíbe esta práctica y hacia ellas quieren
los promotores extender la protesta, animando gráficamente a los hombres a
sumarse de forma activa a ese grito provistos luciendo sujetadores o el
mismísimo dos piezas con el fin de poner en evidencia el que se considera un
trato diferente ante la ley.
El hecho
permite rescatar de la memoria una anécdota ocurrida en un pleno del
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, en el primer mandato democrático (1979-83).
Fue aquella, por cierto, una corporación cuyos componentes pueden presumir de
excelente relación amistosa: un acuerdo no escrito estableció que, después de
cada sesión, daba igual los resultados, había un vaso de vino que lo sonreía y
arreglaba casi todo. En la ciudad turística, todavía en auge en aquellos años,
las modas y los extranjerismos se habían impuesto sin grandes dificultades y
era común desde entonces que muchas mujeres, de distintas edades, lucieran sus
atributos en hoteles, piscinas, solários y playas. No hubo escándalos por ello.
Es más, la estampa se hizo costumbre y habitó entre los portuenses, mirones
añadidos.
Bien. El caso
es que la concejala Dora García (UCD), en la oposición, propuso alguna medida
para impedir la práctica del top less en
el complejo turístico “Costa Martiánez”, donde primero en los alrededores de La
Jibia, luego en el Charco de las tortugas y finalmente alrededor de Los árboles
invertidos, mujeres de distintas nacionalidades y también peninsulares se
tumbaban al sol sin sujetador. Es decir, era una situación bastante natural,
aceptada sin más. De vez en cuando, algún ejecutivo o responsable del complejo
le ordenaba a los operarios que diesen un toque de atención pero, en la mayoría
de los casos, cuentan que incumplían la instrucción o dejaban hacer, que era la
mejor manera de no complicar la existencia y el desnudo parcial femenino. La
concejala, acaso alertada por algún ataque de puritanismo en tiempos donde la
democracia aún era vista con recelos, quiso poner coto a tamaño exhibicionismo y
pidió en pleno que se restringiera o se impidiera aquella práctica impudorosa.
Hasta donde
llega la memoria, la propuesta fue acogida en aquel consistorio tan varonil
-Dora García y Elsie Ribal (PSOE) eran las únicas mujeres entre los veintiún
componentes- con múltiples lecturas e inevitables sonrisas. Desde alguien que
decía si no había asuntos más trascendentes que abordar hasta las dudas
suscitadas en los otros grupos políticos a ver qué posición política se fijaba.
Tal fue así que Dora encontró la solidaridad y la complicidad de Elsie y hasta
se interpretaba que pudiera producirse una ruptura en la disciplina de voto que
se saldó entre inevitables expresiones de hilaridad, sobre todo después de que
Felipe Machado del Hoyo (AIP), con una oportuna dosis de sorna, dijera que, en
todo caso, era de difícil aplicación, tanto por lo que podría impedir de ver
como por lo que podría permitir. La iniciativa decayó, claro. Y el episodio,
con algún titular de prensa, quedó para los restos.
Bueno, y
después de que sea uso y costumbre, de tanta laxitud en las civilizaciones
occidentales, de tanta normalidad y después de tanto nudismo, incluso donde no
está autorizado, de tantas imágenes donde la ‘pechonalidad’ ya no escandaliza,
resulta que los avanzados norteamericanos reivindican el derecho a lucirla sin
que sea delito ni objeto de ofensa ni de persecución. Hay algún estudio donde
se descarta que el top less se
identifique con la liberación del cuerpo femenino, por ejemplo. Igual el
hedonismo de ese exacerbado culto corpóreo, o la naturalidad, simplemente, son
determinantes cuando hasta desde el ángulo político se ha podido comprobar que
es una práctica que une, por razones bien distintas, a feministas con
ultraderechistas.
Otra cosa es
que las fotos para ilustrar la jornada reivindicativa en la capital
norteamericana, especialmente en ámbitos donde no se disponga de mucha
información o no se haya explicado lo suficiente el alcance de lo que se
pretende, sean de hombres que luzcan un biquini. Entonces, será difícil
controlar la inducción a la algazara.
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