No debe dejar indiferencia la respuesta a
una convocatoria hecha por Juventudes Socialistas del Puerto de la Cruz para
urgir la apertura de la nueva biblioteca municipal, emplazada en la calle Puerto Viejo
con una construcción modernista que contrasta claramente con la tipología de
los alrededores. Meses y meses pasan desde que, aparentemente, terminaron las
obras. Pero allí sigue cerrada, en una actuación inutilizada, tal como
escribimos hace algún tiempo. Después, los jóvenes socialistas han dado otro
paso para lograr lo importante, la apertura; pero el intento no parece haber
encontrado el eco debido: poca gente (unas treinta personas) y escasa
repercusión social y mediática. Seguro que la reivindicación no se ha evaporado
pero todo da a entender que habrá que seguir esperando.
De
todos modos, yendo al origen, lo ocurrido debe hacer reflexionar a todos, a los
convocantes los primeros. Nos consta personalmente su preocupación y hasta su
grado de autocrítica: alguno de ellos reconocía la tardanza en remitir la nota
informativa a los medios de comunicación y la insuficiente movilización entre
sus propias filas y en otros colectivos para producir, cuando menos, una mayor
sensibilización. Problemas formales al margen, no menos importantes, lo
ocurrido habría de servir para que midan su propio poder de convocatoria y se
esmeren en los preparativos, que estas cosas no son para tomársela como si de
una fiestita más se tratase.
Pero
hay otros aspectos de la cuestión en los que se debe incidir. Por ejemplo,
¿dónde estaban los estudiantes del Puerto de la Cruz, por qué no respondieron a
la llamada? Porque este es un hecho que les concierne directamente. Es más, en
el pasado, cuando quedaron en evidencia las insuficiencias de la biblioteca en
su actual ubicación, y ante la carencia de una sala de estudios adecuada que
les obligaba a trasladarse a otros municipios, la justa demanda provino del
núcleo estudiantil y adquirió cierto relieve.
Pero
esta vez faltaron. ¿Fecha inapropiada, carencia de información, desafección por
proceder de la rama juvenil de una organización política? De todas las causas
posibles es difícil encontrar una justificación convincente.
En
cualquier caso, podríamos encuadrar el hecho en esa atonía general que, de
forma preocupante, viene caracterizando a la ciudadanía portuense desde hace
algún tiempo. Es como si estuviéramos ante una población anestesiada. En una
ciudad donde era fácil crear opinión, donde todo se debatía, donde cambios,
iniciativas, determinaciones y acontecimientos generaban sensibilidad y
apreciaciones de muy distinto signo y revelaban un estado de dinamismo social o
de efervescencia dialéctica, ahora resulta que predominan pasotismo, silencio y
permisividad, por utilizar el mismo título de un trabajo publicado
recientemente. Una inhibición sobrevenida. Es otra localidad. A este paso, no
va a ser reconocida ni por su célebre dicho: en lenguas del Puerto te veas.
Eso
es lo inquietante: que ni siquiera una biblioteca nueva, terminada pero no
equipada, o sea, cerrada durante meses, necesaria a todas luces, es capaz de
despertar conciencias y movilizar siquiera a los más afectados. Es casi
increíble. Dando por bueno que los responsables han activado los resortes de la
solución administrativa pero que siguen sin encontrarla, es difícil explicarse
que no haya reacción popular, que la desidia o la indolencia alcance esos
niveles.
¿Qué nos está
ocurriendo portuenses? ¿Es que ni siquiera nos mueve la causa de los libros?
Años y años clamando por una dotación bibliotecaria, quejándonos de las lluvias
que inundaban el actual recinto y causaban daños a los fondos, lamentándonos de
la falta de condiciones apropiadas para estudiar y prepararse y ahora no damos
una mínima muestra de querer que entre en funcionamiento esa nueva dotación.
¿Qué extraño virus ha inoculado en nuestros espíritus críticos hasta anular la
capacidad de acción?
Todavía hay quien
cree que los cruceros van a atracar en el futuro puerto de la ciudad y se
ilusiona hasta entusiasmarse porque cree que ahí estriba la panacea. Pero por
los libros y por la biblioteca, tan cerca, tan al alcance, no hay quien se
mueva.
¿Qué nos pasa
portuenses?
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