Un cumpleaños por todo lo alto el de Loro Parque. Tenía que
ser así: corresponderse con la excelencia que abandera la firma, el nombre de
una marca que es una divisa para la ciudad, para la isla, para Canarias. Y lo
que es más importante: para la oferta turística.
Un espectáculo original y rítmico -después de los inevitables
discursos iniciales que convergieron en el reconocimiento a los emprendedores-,
ingenioso, de primer nivel, sorpresivo: una singular mezcla de elementos que
forman parte del recinto con llamativas producciones audiovisuales que recogen
la historia y la evolución de cuatro décadas y vanguardistas performances que
procuraron la interactividad y llenaron los ojos y el ánimo de los espectadores
que poblaron el espacio donde puede seguirse el show de las orcas, especial
para la ocasión tan plagada de sueños. Resultó a medida de las exigencias del
propietario, que todo lo quiere en el nivel de la excelencia; y de los
invitados que siguieron, atentos y admirados, el curso del espectáculo.
Los sueños de Wolfgang Kiessling y familia se han hecho
realidad hasta la consolidación de un auténtico emporio. La cifra de cuarenta y
tres millones de visitantes durante estos cuarenta años de existencia habla por
sí sola. Papagayos y cacatúas rodando en patineta o jugando a basket: eran las
grandes y novedosas atracciones de la apertura. Ahora, orcas espléndidamente
adiestradas, juegan y se recrean hasta hacer las delicias de quienes tienen que
verlo para creerlo. Ayer y hoy de un complejo que es un canto o una invitación
al amor por la naturaleza, al cuidado del medio ambiente y al cuidado de los
recursos naturales.
Cuarenta años de expansión, de superación, de ideas, de
innovación, de inversión. Fue un cumpleaños feliz en una tarde espléndida que
acompañó la celebración y que en nada recordó aquella intensa jornada de lluvia
que caracterizó la inauguración.
Un aniversario memorable que hizo honor a cuarenta años de un
nombre que, lo dicho, es una divisa. ¡Enhorabuena!
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