Responsables del gobierno municipal han declarado que la
nueva biblioteca, emplazada céntricamente, en la intersección de las calles
Pérez Zamora y el tramo peatonal de Puerto de Viejo, abriría sus puertas el
próximo mes de enero. De ser así, el año se estrenaría con esa dotación, tan
necesaria por razones obvias pero, especialmente, por lo que solventaría a
muchos estudiantes e investigadores portuenses que, no disponiendo de recinto
adecuado, han de trasladarse a municipios limítrofes para cumplir sus
encomiendas.
De
consumarse la apertura y entrada en funcionamiento de la biblioteca, hay
motivos para congratularse. Demasiados meses con la obra completamente
terminada sin que se atisbara la solución. Tantos meses que hasta cabe pensar
en que esa situación prolongada terminaría deteriorando de tal forma el
interior que precisaría de una inversión complementaria para reparar y dejar
las estancias en perfecto estado de uso. El único avance registrado desde el
final de las obras es la retirada de aquellas vallas metálicas que afeaban el
paso por la vía peatonal citada, de modo que la imagen del Gran Poder de Dios
pudo procesionar el pasado mes de julio sin ese “obstáculo”.
Poderosos
deben ser los motivos por los que la nueva biblioteca no ha sido abierta.
Queremos pensar que han sido explicados en el seno de la corporación municipal.
Cualesquiera que sean, el gobierno local ya debía haber gestionado para
desbloquear, certificar o pagar. Máxime, cuando se han registrado reivindicaciones
que, eso sí, no encontraron el eco esperado, lo que debe preocupar más, según
hemos escrito, porque esa insensibilidad social por toda respuesta es un
síntoma de despreocupación o de resignación que poco dice a favor de la
inquietud cultural de un pueblo. En otra localidad, con las ganas que tiene el
personal de exteriorizar una protesta, seguro que hubiera tenido otro reflejo.
Pero no
cayeron en saco rato aquellas llamadas de atención por parte de Juventudes
Socialistas y otras organizaciones que se sumaron porque de algo habrán
servido. La causa merecía las penas de haber hecho convocatorias, pese a que no
fueran correspondidas como se esperaba. Que la ciudad, a estas alturas, no
disponga de una biblioteca moderna y digna, o que siga exponiendo públicamente
-en una zona tan transitada- las vergüenzas -ya polvorientas- de una
edificación de uso comunitario completamente vacía, es un descrédito y una
expresión de abandono e impotencia que, prolongada en el tiempo, tendrá en
aquellos antecedentes un latido a recordar en la historia de la dotación.
Un latido de
disconformidad que ojalá cuaje hasta lograr el ritmo cultural que la ciudad
tuvo hasta hace no mucho tiempo.
Dicen que
2013 será el año de la nueva biblioteca. Que lo veamos cuanto antes.
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