Amelia Piñas Pisaca ha
pintado un cuadro exquisito -muy en su madurez estilística- para la ocasión. El
Museo Arqueológico Municipal ha elaborado un rincón con aportaciones propias.
Particulares han contribuido con fotos y objetos de confección o colección propia.
El personal del área municipal de Juventud se ha volcado con un trabajo
indesmayable. Descendientes, familiares
y allegados respondieron con generosidad y gratitud. Compañeros, discípulos y
profesores rememoraron vivencias y situaciones en la primera exposición pública
del centenario. Jaime, su nieto, condensó la iniciativa y explicó algunos
contenidos de la misma.
Y así, con el calor humano
de una nutrida asistencia en la Casa de la Juventud, antiguos instituto Laboral
y de Formación Profesional, entendimos todos que el hombre sigue hablando con
las piedras, paráfrasis del cinematográfico título de Carlos Pinto Grote que
encabezó una bellísima semblanza del inolvidable Telesforo Bravo, el sabio
portuense, el naturalista por antonomasia, el científico en permanente estado
de humildad, el profesor excursionista, el observador y descubridor de rincones
insulares, el investigador que defendió los bajíos y los líquenes de Martiánez
hasta el último minuto, el leal asesor que advirtió los peligros de los desprendimientos
en los acantilados del mismo nombre, el sereno consultor que tranquilizó de
madrugada a toda una isla a través de las ondas radiofónicas cuando la tierra
tembló…
Allí, en las vitrinas,
mientras se reanudaba el diálogo con las piedras, estaban la medalla de oro de
su ciudad, el reconocimiento del Cabildo insular de Tenerife y el premio
Canarias de investigación. Y también los contratos con una multinacional
norteamericana para investigar la calidad del agua en Irán; los tomos de la Geografía Canaria, publicada por Goya
Ediciones; unas notas académicas del instituto y de la facultad; cuadernos de
viaje y estudio; gráficas inéditas de su vasta colección; la cámara fotográfica
y la pica del geólogo…
Satisfizo, desde luego,
que hubiera tanta gente joven interesada en esta exposición (permanecerá
abierta hasta finales de febrero) preparada con tanto esmero como entusiasmo y
que es una de las convocatorias más atrayentes del centenario cuyas actividades
se prolongarán a lo largo de todo el año. Telesforo Bravo es una figura que
debe ser recordada. No serán necesarios más honores, en ese sentido, sino la
perdurabilidad en forma de otras modalidades (investigación, concursos,
rescates, tertulias, audiovisuales, digitalización…) que nos hagan comprender
por qué “el hombre que hablaba con las piedras” lo sigue haciendo, enseñando el
lenguaje de la Naturaleza que tanto necesitamos.
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