Ha dicho Rosa Montero en jotdown.es
que “las redacciones se han terminado convirtiendo en fortines apaches”,
ilustrando así el proceso vivido en el periodismo español durante las dos
últimas décadas, período en el que “los medios de comunicación, las estructuras
se han vinculado demasiado a los grupos políticos”. Ahora que las finanzas
internas del partido gubernamental están dando tanto que hablar y su
tratamiento permite contrastar a diario las tendencias y las líneas
informativas que siguen los periódicos, seguro que acierta de lleno la periodista
y escritora madrileña. En plena crisis de empresas y medios, de la profesión
periodística en fin, un asunto de esa naturaleza propicia el rescate del género
de investigación, tan en boga en otro tiempo y últimamente, por diversas
circunstancias, muy apagado. Trabajar en esas condiciones, presionados por las
circunstancias, urgidos por la necesidad de verificar las fuentes hasta el
tuétano antes de escribir y editar nada, apremiados para que la credibilidad
caracterice el producto y preocupados para mejorar las prestaciones de la
competencia, y encima escrutados por las millonarias audiencias audiovisuales
que quieren llegar al mismísimo fondo de la cuestión y del método que se sigue,
trabajar así, decíamos, tiene que ser muy sacrificado.
Es verdad
que el periodista debe saber moverse en el alambre y que temas como el que
ocupa la mayor parte de la actualidad de las últimas semanas son los que
verdaderamente desea para poner a prueba su capacidad y madurar en el ejercicio
profesional. Pero las circunstancias son muy peculiares, tanto como para ser
conscientes de lo que significa informar y opinar con el máximo rigor ante
exigencias evidentes. Por un lado, apasionante: la jungla intrincada en la que
hay que avanzar, adrenalina a tope. Por otro, sentido deontológico de la
responsabilidad y de la trascendencia: posiblemente, estemos ante un episodio
de la historia democrática de España más delicado que el mismísimo 23-F.
Entonces,
brota ahí ese paisaje de Rosa Montero, esos fortines apache donde hay que
resistir y contratacar, operativos de defensa, donde hay que estar organizados
para librar la pugna horaria y diaria, con uno mismo, con los núcleos de
información que se resisten y se van encerrando en sí mismos, con los contactos
que, dada la evolución de los acontecimientos se van desmarcando, con los
consultores que igual se construyen una situación a conveniencia o les gusta
que su tesis sea la que prevalezca en titulares o en el texto final… Claro que
hay flechas y fuego cruzado, quién sabe si hasta fuego amigo. Mensajes que
vienen y van, ajustados o intencionados; documentación en la reserva;
testimonios para acreditar una información anterior; expectativas pendientes de
una última prueba o de una persuasión definitiva…
Pero esa es
la redacción candente, viva y dinámica. Ese es el periodismo librado en las
calderas, en el lugar donde es verdad que, por distintas razones, como dice
Montero, se han agrandado “problemas pequeños que no eran los problemas de la
realidad de los españoles, haciendo un guirigay de una mota de polvo,
convirtiéndola en una bola de nieve”. Ahí, en esa sala de deliberaciones y de
ordenadores, de infinitas consultas y de innumerables y heterogéneos ‘rings’
telefónicos, de informaciones y pensamientos volcados entre premuras horarias,
ahí “se ha perdido el sentido de lo real”, según la periodista, para “no ver lo
que la gente necesita en la calle”.
No es el
caso, teniendo en cuenta la dimensión del asunto que nos ocupa, pero esto,
ciertamente, es lo peor que puede suceder: no sintonizar con las demandas
ciudadanas, con lo que verdaderamente importa a esa otra masa que está hastiada
de la política y de quienes la manejan a conveniencia y aguarda soluciones de
la propia política que no leen o no escuchan ni ven en las páginas ni en los
informativos.
Seguro que más de uno se pregunta por
qué no salen. Quizás porque en el fortín haya flancos que sólo piensan en la
cuenta de resultados. Es la otra realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto