“Hay intención de compra por parte de los turistas de
Alemania y capacidad de compra. Pero falla la conectividad aérea”, ha venido a
decir Jorge Marichal, presidente de Ashotel, la patronal hotelera. Es una de
las conclusiones extraídas de la última edición de la Feria Internacional de
Berlín, junto con la de Londres, ya se sabe, uno de los termómetros para medir
las tendencias de los mercados turísticos europeos, vitales para Canarias.
Se explica,
entonces, la ofensiva en dos direcciones que se ha registrado en fechas
recientes: por un lado, la necesidad de revisar el importe de las tasas aéreas
(reducción de un 20%, piden los empresarios hoteleros); y por otro, la
ampliación horaria en el aeropuerto Tenerife-Norte “Los Rodeos”, una vieja
aspiración que ha chocado con imponderables de distinta naturaleza y
consideración.
El empeño de
operadores turísticos, de agentes sociales y hasta de instituciones públicas es
respetable: todos se aferran al turismo como sostén de la economía productiva y
todos son conscientes de que es preciso estimular y consolidar factores que
robustezcan la competitividad, única manera de que los mercados sigan
interesados en un destino con atractivos naturales evidentes pero que también
precisa de otros reclamos para captar segmentos y preferencias especializadas.
Pero ese
empeño colisiona con dificultades que van surgiendo en la actividad cotidiana.
Así, por ejemplo, las expectativas no satisfechas de una sobreoferta de asientos
aéreos motivada por los supuestos efectos positivos de la denominada “Primavera
árabe” que no se tradujo efectivamente al constatarse una recuperación parcial
de Túnez y Egipto. Ello obliga a un replanteamiento en las estrategias
comerciales del conjunto de la turoperación, basado en la adquisición de plazas
aéreas según evolucione la demanda. El problema es que las aerolíneas han
suprimido vuelos y frecuencias, lo que equivale a un aumento de precios.
De ahí que
se insista en petición de bonificaciones pues las que aplica el Gobierno de
España en determinados días de la semana no convence al sector, dado que los
turoperadores deben reordenar sus dispositivos de trabajo frente a la
concentración que, teóricamente, favorece la optimización de sus recursos
humanos y materiales. Más peso parece tener otro argumento: el de los agravios
deducidos. Mientras las tasas aéreas se incrementan un 8%, el importe del
billete de AVE en la península se abarata un 11% y los descuentos aplicables
pueden alcanzar el 70%.
Entonces,
ciñéndonos al siempre importante mercado alemán, si falla la conectividad
aérea, por muchas intenciones y por mucha capacidad de compra que se advierta
en sus clientes y usuarios, la situación futura peligra. Y como no es cuestión
de ceder cuotas -recuperarlas es un ejercicio muy costoso-, habrá que esmerarse
para conquistar ciertos objetivos que, en definitiva, sólo contribuirán a ser
más competitivos.
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