El Defensor del Lector del diario El País, Tomás Delclós,
escribe sobre la mala praxis que ha instaurado el Partido Popular (PP) en las
comparecencias de sus dirigentes. “Políticos escondidos”, es el título de su
entrega, motivada por las quejas de lectores que sugieren no acudir a las
conferencias de prensa en las que el partido convocante advierte que no habrá
preguntas.
Es difícil
encontrar precedentes de esta situación en la democracia española. Y mucho
menos, en un partido gobernante. Es un hecho insólito que el PP se haya pasado
semanas sin que se reuniera su órgano de dirección pues, aunque no lo parezca,
con la idea de eludir la comparecencia posterior ante la prensa. Es curioso que
quienes en el pasado predicaban transparencia, y en el presente, aunque con
menos entusiasmo, también lo hagan, ahora revelen con sus hechos una opacidad
impropia de una democracia avanzada.
Recordemos,
en ese sentido, que la legislatura empezó muy mal y que de ahí, probablemente,
provengan los males pues los medios en ese momento fueron muy condescendientes
y no hubo críticas a aquel comportamiento. Nos referimos al anuncio de la
composición del Gobierno hecho por su presidente: se limitó a dar los nombres y
las carteras de su gabinete. Ni una sola explicación del organigrama o de los
propósitos de funcionamiento para el cumplimiento (¿) del programa. Alguna
comparecencia posterior del presidente, sin preguntas, y casi con espantada,
como ocurrió en el Senado, el día en que la prima de riesgo batió su récord y
no hubo una mísera explicación gubernamental, pone de relieve que la relación
con los medios, cuanto más distante o cuanto más inexistente, mejor.
Los
dirigentes del PP encontraron como sucedáneo la telecomparecencia, esto es,
aprovechar la reunión del comité ejecutivo nacional para exponer la
intervención leída del presidente. Los periodistas han de seguirla desde una
sala de prensa. Sin opción a preguntar,
por supuesto. Pero algunos medios ya desistieron de prestar cobertura a esta
fórmula en la última aparición de Mariano Rajoy. Les parecía una burla o una
falta de respeto. No es de recibo, desde luego, que los problemas de presunta
corrupción financiera que afectan a la organización o cuestiones de interés
nacional sean despachados de la forma apuntada, con una estratagema que
confiemos no sea secundada. Estaríamos, sin duda, ante una farsa democrática.
El Defensor
del Lector de El País, después de citar el caso del presidente francés François
Hollande con muchas similitudes al de Rajoy (no admitir preguntas en el
espinoso asunto de su ex ministro de Hacienda), habla de “triste coincidencia
que demuestra la intención de situar a la prensa en una posición residual,
invitada como máximo a ser ornamento de sus ceremonias”.
La
Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) ha sido taxativa a la
hora de rechazar estos métodos de funcionamiento. Y es que con ellos se priva a
lectores, oyentes y televidentes de información veraz y directa, obtenida de
las fuentes autorizadas. Empieza entonces a resquebrajarse el cimiento
democrático. Y más que eso, a deteriorarse la relación entre políticos y
periodismo que, si en algunas épocas, ha
tenido fases procelosas y turbulencias de todo tipo, no es menos cierto
que ha sido indispensable para saber cómo se respira en organizaciones
políticas y en instituciones.
Curiosamente,
cuando se pide más y más política para acabar con dictaduras económicas o de
mercados o de intereses determinados, resulta que algunos políticos no
contribuyen a esa consecución. Al contrario, con sus espantadas, sus omisiones
y sus elusiones enriquecen el peor de los climas y la peor de las impresiones
para ellos mismos.
Con lo fácil
que sería recurrir a la frase ‘No comment’ (‘Sin comentarios’) cuando la
pregunta sea incómoda, se quiera ganar un poco de tiempo o se pretenda no
complicar las cosas.
Pero se
prefiere el escondite. En fin…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto