La conclusión parece clara: los políticos van por un lado y los técnicos,
por otro. La semana pasada nos ocupábamos de la discrepancia pública del
gobierno municipal con la gerencia del Consorcio Urbanístico para la
Rehabilitación Turística, a propósito de la priorización de las actuaciones y
del ritmo de ejecución de algunas de ellas. Ya dijimos que navegando las partes
en el mismo barco esa disparidad era difícilmente digerible.
Pero ahí no acaba la cosa
porque ahora es la arquitecta María Luisa Cerrillos, redactora del Plan
Especial de Protección del Casco Histórico del Puerto de la Cruz (PEC), la que
ha expresado sin ambages, en Diario de
Avisos, su escéptico parecer: “El Ayuntamiento está dejando morir el Plan
Especial. Tendrá futuro solo si la Administración local quiere y pone empeño”.
Afirmar que el Ayuntamiento
deja morir un instrumento de planeamiento que resulte primordial para el futuro
del municipio, desde el punto de vista de la reorganización urbanística, revela
algo más que una disfunción o un desencuentro. Porque estamos ante un documento
que fue entregado al Ayuntamiento hace más de tres años y todavía no ha sido
aprobado de forma definitiva. El asunto merece explicaciones por parte de los
responsables. Estamos ante la insensibilidad mayúscula, la carencia del sentido
de planificación o el menosprecio hacia la obra de quien, al calor de su
experiencia profesional, encontró en la personalidad urbanística del Puerto de
la Cruz unos valores o unas situaciones merecedores del tratamiento adecuado
para conservar o actuar de la forma más positiva.
Estamos, sobre el papel, ante
una divergencia, que se pudiera entender, por múltiples razones. Pero no se
entienden ni la desidia ni el silencio. Sí la falta de voluntad política que
parece primar, como tantas otras cosas. Cierto que la labor de planificación es
poco apreciada, difícilmente encuentra proyección desde el punto de vista
político-mediático y hasta puede que genere más dudas o rechazos que afectos o
identificaciones. Pero hay que acometerla y tratar de ejecutarla, a poco que se
tenga una mínima visión de futuro.
Es más: hasta resulta
probable que los postulados o las ideas de la arquitecta Cerrillos, profesional
de notable prestigio incluso fuera de la isla, no gusten o no persuadan o
difícilmente resultan viables teniendo en cuenta algunas peculiaridades del
espacio sobre el que se quiere operar. En ese caso, se habla, se discute y se
llega hasta donde se puede. Y se aprovecha lo que procede.
Lo que no puede ocurrir es
esa inacción de años. Ahí faltan, por cierto, las respuestas a las alegaciones
que formularon los afectados o los interesados. Porque este Plan, recordemos,
empezó presumiendo de transparencia, una forma de involucrar y de procurar que
la población lo hiciera suyo.
Cerrillos llega al borde de
la desesperación en sus manifestaciones: “Ha habido falta de interés por parte
del consistorio… Hace muchísimo que no me reúno con ellos… Estoy esperando la
resolución de las alegaciones de nuestro informe… No sabemos cómo colaborar
más”.
El problema es que esta
paralización -no cabe otro término- repercute en el futuro. Desde la previsible
declaración de nulidad, teniendo en cuenta la Ley de Ordenación del Territorio
de Canarias, al bloqueo en iniciativas y proyectos que va en perjuicio de
propietarios y promotores.
Lo dicho: políticos por un
lado y técnicos, por otro. No debería ser así. Ambos se necesitan. Unos para
plasmar su modelo de ciudad -si es que alguna vez lo tuvieron- y otros para
plasmar su talento y sus concepciones. ¡Cómo se sentirán los segundos entre
tanta desidia! Lo cierto es que, en el caso que nos ocupa, asistimos a un
desencuentro preocupante, precisamente en épocas en la que se quiere reactivar
y relanzar el destino.
Bueno, y eso también: mejorar
las condiciones de vida de los ciudadanos. Solo que ya, viendo estas cosas,
causa reparo escribirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto