Era viernes, que día escogido para lanzar el mensaje. Como si
fueran insuficientes los consejos de ministros y sus decisiones comunicadas
para hacer temblar a la ciudadanía. Era viernes, después de que los preferentistas comprobasen
que no es voracidad insaciable sino genuino terrorismo financiero lo que hacen
con sus cuitas y sus pérdidas, más allá de la falta de escrúpulos. Era viernes,
cuando el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, lanzó su andanada:
eliminar el salario mínimo para jóvenes y desempleados de larga duración con el
fin de favorecer su contratación, por debajo, faltaría más, de los 645,3 euros
mensuales. Ahí queda eso. Linde trazó otras lindes.
De alguna manera, no debería sorprender el planteamiento de
Linde: desde hace muchos años, sus antecesores ya hacían recomendaciones
similares, siempre han querido reducir el salario mínimo. No siempre los
gobiernos hicieron caso. Quizá porque, como bien dice el secretario general de
la Unión General de Trabajadores (UGT), Cándido Méndez, estamos ante un asunto
que excede las competencias del señor gobernador que habrá comprobado el
alcance de la reacción a sus sugerencias: hasta el mismísimo presidente del
Gobierno tuvo que anunciar, veinticuatro horas después, que las cifras del
desempleo registrado en mayo son “claramente esperanzadoras” (Como si no
supiéramos que es un mes laboralmente estacional, esto es, principios de verano
igual a campo más amplio y propicio para contratar). Para Méndez, la medidas
del gobernador son injustas y, probablemente, ilegales.
Pero bueno, habló Linde y automáticamente pensamos que siguen
constriñéndose las expectativas para tantas personas ya sin esperanzas o
literalmente al borde del desespero. Porque ya no es solo la precariedad
laboral o el abaratamiento del despido sino las consecuencias directas de
medidas como la apuntada: pagar por debajo del salario mínimo e impedir la
protección de los trabajadores mediante un convenio significa, claramente, una
degradación de las condiciones de la contratación laboral y, por consiguiente,
un empeoramiento de la situación económica del país. ¿Es así como se quiere
estimular el consumo? Y sin consumo, ¿es posible el crecimiento? Otra pregunta:
¿quién sale ganando con medidas como éstas?
Lo que sí es evidente es que aumentan la brecha de
desigualdad, que hacen más visible la fractura del pacto social. De esta forma,
la generación de empleo estable, más allá de la estacionalidad, está muy
condicionada, por no decir que es imposible. Si con la reforma laboral no ha
sido posible avanzar en esa dirección, con sugerencias como la del Banco de
España, tampoco es factible. En otras palabras, que para la entidad el paro
disminuya como resultado de la reducción del coste del empleo es la obviedad
aplastante a la que aferrarse. Pero que no se olvide -hasta algunos cargos del
PP han tenido que reconocerlo- que el paro también trae causa de la falta de
inversiones -principalmente en el sector público- y de la palmaria reducción
del consumo.
Así que Linde trazó otras lindes. Y volvieron a temblar los
cimientos. Era viernes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto