Hubo un tiempo en que las grabaciones no tuvieron valor
probatorio en un procedimiento judicial.
Podían tener toda la certeza, todos los datos de su registro podían estar
perfectamente verificados. Pero no servían. Alguien consideró -y no faltaba
razón- que la tecnología podía manipularse y, en consecuencia, se obtendrían
resultados susceptibles de hacer dudar al más convencido.
Y así, con un juez aferrado a esa posición, escaparon hace
años en el Partido Popular en Valencia con un caso de financiación irregular
que pasó a la historia sin repercusiones políticas.
Ahora, con el caso Bárcenas abierto en canal, vuelve a
hablarse de grabaciones cuya existencia, por cierto, ni confirma ni desmiente
el abogado del ex tesorero, para echar más pimienta al pote, o sea, abonando el
terreno de las suspicacias y la incertidumbre. Si salieran a la luz grabaciones
incriminatorias -independientemente del curso judicial que tomen-, las cosas se
volverían aún más insostenibles para el partido gubernamental.
Si, además de grabaciones, apareciera ese “soporte
documental” al que se refiere el letrado defensor de Bárcenas para advertir
que, cuidado con los ardides, Watergate puede ser un bebé en pañales en el
conjunto de los escándalos políticos surgidos al calor del poder y de las
fuentes de financiación de un partido
político.
Pero, por ahora, solo interpretaciones y conjeturas. Una
colosal estratagema de final impredecible, en la que se afanan unos y otros,
aferrados a la supervivencia, a las opciones de escapatoria, al silencio, a la
memoria selectiva o a la amnesia sobrevenida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto