Los franceses, los más glamurosos. Los finlandeses, lo más
educados. Italianos, los más ligones y carismáticos. Alemanes, lo más ruidosos.
Los ingleses, los que más beben y los que peor visten. Escandinavos, serios y
cumplidores.
Son las conclusiones de un estudio
hecho por el portal especializado easyviajar.com
entre más de tres mil españoles sobre los perfiles de los turistas que nos
visitan según nacionalidades. El trabajo refresca los tópicos que a lo largo
del tiempo nos hemos ido formando y que servían para distinguir a quienes
disfrutaban de una estancia en las islas y en sus principales núcleos
turísticos. Y permite profundizar en tendencias de mercado o preferencias de
potenciales clientes, sobre todo a efectos de fidelización.
En otra época, tales conclusiones se
obtenían del trato directo o de la relación con los turistas. Una sencilla
apreciación de camarero bastaba para acercarnos al perfil: “Los alemanes son
buenos porque dejan propinas”, por ejemplo. Y ésta otra: “Los británicos son
puntuales y si tienen que hacer cola para entrar al comedor antes de cenar, lo
hacen. Pero hay que abrirlo en punto”. De los suecos siempre se dijo: “Son
exigentes pero comprensivos con nuestras limitaciones. Hay que tener en cuenta
su nivel de vida”.
Y así
podríamos desgranar las características de los contingentes turísticos con los
que convivimos. El cosmopolitismo de algunas de nuestras ciudades se fue
fraguando a base de compartir sus gustos, de compararlos, de aprender su idioma
a base de fonemas asimilados, de ser atentos y solícitos en los servicios que
se les prestaba y hasta de aguantar sus estridencias, sus caprichos y sus
salidas de tono.
No
sorprende, en ese sentido, que el estudio aludido destaque el refinamiento
francés y el mejor conocimiento que de nuestra realidad tienen los turistas
galos, si bien las islas fueron destino vacacional menos atrayente que para
británicos y germanos, sobre todo desde el punto de vista cuantitativo. Y
tampoco es novedad que los escandinavos reciban valoraciones positivas por
parte de los encuestados. Venían -vienen- en determinados meses del año, antes
de que los rigores invernales frenen las ganas. Siempre se distinguieron por un
comportamiento educado y por su amor a la naturaleza. A las suecas se las
recuerda por el furor que causaron en los años sesenta entre una población
local que quería romper con corsés y tabúes. Los finlandeses, exquisitos en
corrección y comportamiento, encontraron el vodka tan barato para sus juergas
de los viernes que terminaron creando sus propios clubes.
Los italianos fueron el gran
descubrimiento de los años ochenta. Llegaron con su estilo desenfadado y siempre elegante,
ávidos de diversión, aventura y casinos de juego. “Ligones y carismáticos”,
concluye la investigación de easyviajar.com.
También ruidosos, rasgo que comparten con los alemanes, muchos de los
cuales fueron asentándose en urbanizaciones y núcleos que les enamoraron para
su condición de mayores. En busca de sol y playa, principalmente, han venido
siempre los ingleses que no salen muy bien parados en el estudio, atendiendo a
su fama de excesivamente bebedores y mal vestidos. Sin embargo, recordemos que
los primeros flujos de turismo británico que llegaban en los años sesenta del
pasado siglo destacaron por su elegancia y vanguardismo en los atuendos que
lucían mayores y jóvenes.
Inglaterra y Alemania siguen siendo
los mercados emisores más importantes. Hasta sus ferias de Londres y Berlín,
hay que acudir en busca de turistas que valoran, entre otras cosas, la
naturaleza de las islas -cada vez más castigada, pero bueno-, los precios de
sus vacaciones, el carácter atento y servicial de su gente y la estimable
profesionalidad con que son atendidos.
Aunque las características hayan
cambiado con el paso del tiempo, conviene tenerlas en cuenta. Las respuestas
adecuadas en las prestaciones dependen, muchas veces, de saber interpretar el
modo de ser de nuestros visitantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto