Fue siempre el más predispuesto para la organización. Actuó
como portavoz reivindicativo cada vez que la ocasión lo requería. Jamás
escatimó esfuerzo ni eludió los riesgos cuando el siniestro amenazaba con extenderse.
Estudioso de cada escenario y de las innovaciones mecánicas y tecnológicas que
iban surgiendo. Por encima de todo,
profesional y compañero.
Pues se
acaba de jubilar Domingo Bello Hernández, el último de los diecinueve bomberos
que componían el plantel de la Mancomunidad del Valle de la Orotava cuya puesta
en marcha hay que situar en julio de 1970, después de la creación de la entidad
supramunicipal el 6 de diciembre de 1967 para afrontar la solución de los
problemas comunes de las localidades que
la integraban, La Orotava, Los Realejos y Puerto de la Cruz (Años más tarde, se
incorporaría Santa Úrsula). La Casa de socorro, el Servicio contra incendios y
la Recogida y tratamiento de residuos sólidos fueron las tres materias de las
que habría de ocuparse la Mancomunidad. Lo hizo con desigual resultado.
Pero es
Domingo Bello, que entró por oposición en julio de 1978, al que le ha correspondido poner punto final a
la trayectoria de una plantilla ejemplar que luchó, sobre todo, contra las
limitaciones para poder desempeñar su trabajo. Técnicas y financieras. Los
bomberos fueron de la Mancomunidad hasta 1992, año en que pasaron a serlo del
Consorcio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamentos del Norte. En esa
estructura se mantuvieron hasta el 1 de julio del año 2000, pasando a
integrarse en el Consorcio Insular, hasta nuestros días.
A pesar de
todo, cumplía. Como cumplieron sus compañeros, capaces de auténticas hazañas y
dotados de una singular pericia para actuar en hoteles, edificios de apartamentos,
viejas casonas, fincas, montes, bosques y acantilados. Estuvieron, por citar
algunos, en los incendios forestales de Tenerife y La Gomera de los años
ochenta, de la oficina de turismo (enteramente de madera) de la plaza de la
Iglesia, de la casa de los Pérez en la calle Santo Domingo, en la casa
parroquial de La Orotava, en la iglesia de la Concepción de Los Realejos y en
la Casa del Pueblo del Puerto de la Cruz.
Domingo
Bello, bombero vocacional, se marcha con la moral alta del deber cumplido,
después de haber sido representante de los trabajadores y responsable de
logística del Consorcio Insular. Entre otros reconocimientos, conserva el del
CIT portuense en 1988. Formó parte de un cuerpo humano y profesional que le
dispensó, por sus cualidades y conocimientos, respeto y afecto. Un cuerpo que
salvó vidas y palió algunas catástrofes. Esto es lo más importante, lo que
puede contemplar con mayor satisfacción ahora que ya goza de la jubilación.
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