Habrá que aguardar a la materialización de la fórmula, en
principio créditos bancarios concedidos en ventajosas condiciones a los
propietarios de establecimientos hoteleros que dispongan de proyecto de
remozamiento, pero lo cierto es que resulta difícil encontrar antecedentes de
una identificación de empresarios hoteleros con la iniciativa de mejorar y
modernizar su oferta como la que se advierte al socaire del Consorcio de
Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz, en el que unos cuantos no
creían pero que ahora -la coyuntura da la función- aparecen entusiasmados con
los avances que se van produciendo: el último tren para relanzar el destino,
dijimos desde su creación, aún en tiempos de Rodríguez Zapatero y Joan
Mesquida. De verdad, nos alegramos de que se hayan subido los incrédulos.
Bien. Y a la
espera de detalles, se sabe que la rehabilitación hotelera precisa de una
inversión de ciento veintitrés millones de euros. Hay treinta anteproyectos
elaborados y aglutinados en torno a veintiséis convenios a suscribir con el
Consorcio y el Ayuntamiento para el reposicionamiento del destino turístico, el
que se conoce como Puerto de la Cruz
Experience. La ejecución de estas actuaciones, viable a partir de los
créditos a conceder por entidades financieras, servirá para garantizar el
funcionamiento de las empresas, incluso para hacer viables nuevos modelos de
negocio derivados de las tendencias del mercado. Y hasta para estimular al
sector de la construcción. Estamos ante un salto cualitativo importante: a ver si
con la realización se pone punto final a un cliché, a un viejo y manido tópico:
los hoteles portuenses están obsoletos y no pueden competir en la captación de
clientela, están en desventaja frente a los que disponen de instalaciones y
prestaciones más vanguardistas.
Parece que
esta es la oportunidad de ir superándolo. De ahí que destaquemos la
identificación de un empresariado receloso y renuente durante décadas, acaso
porque creyera que la competencia no alcanzaría los niveles que luego exhibió
con poderío. Bueno que ese empresariado vaya apreciando resultados, de modo que
entienda bien el mensaje: hay que subirse al tren; pero, sobre todo, tras
comprobar que la fórmula consorciada es positiva, estaba bien concebida y debe
funcionar a poco que se acredite profesionalidad, trabaje con visión de futuro
y administre bien sus recursos.
Algunos
ejemplos de primeras actuaciones en un proceso que llamaremos de reconversión
deben servir de enganche para los demás. Es el programa Nosolocamas, del que ya hemos hablado en otras ocasiones.
Especializarse en turismo urbano, introducir incentivos en un inmueble que dada
del siglo XVIII o alimentar los sueños de deportistas vinculados al mar son
motivaciones que deben dar pie a otras innovaciones que, en su conjunto, cualificarán
la oferta turística de un destino que lo tiene todo para ser atractivo desde
todos los ángulos.
Un destino
diferenciado. Eso es lo que se persigue. Y de momento, el tren avanza.
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