Los futuros profesionales,
los que se están formando, quieren saber. Les azota la incertidumbre. Les
mantiene la vocación y sienten que están más cerca de la licenciatura. Pero
también del abismo del paro, del ostracismo. Se sienten carne de desempleo.
Entran en el despacho. Vienen provistos de cámara y trípode.
Material de la facultad. No están muy impuestos pero es el que hay y suplen con
voluntarismo -y con pruebas, a ver cómo sale- las deficiencias o la falta de
pericia en el manejo. Lo que hay. Por si acaso, y porque alguien les habrá
advertido de la cantidad de material perdido creyendo que estaba grabado, y de
los jugosos testimonios que se evaporaron por no dar al clic adecuado, uno de
ellos pone sobre la mesa el ‘smartphone’ convertido en válvula de seguridad
para registrar la entrevista.
En nuestros tiempos, se les explica, íbamos con un cuaderno
para anotar. Y algunos teníamos el privilegio de aquellos casetes no tan
antediluvianos pero casi. Que eran garante de lo que se transcribía. Y se les
cuenta la primera orden de Pilar Miró cuando fue nombrada directora general de
Televisión Española: a partir de mañana, los redactores saldrán a cubrir las
informaciones provistos de papel y bolígrafo. Demasiada comodidad, un exceso
limitarse a recoger los testimonios de protagonistas o testigos para luego
editar y ya está por hoy.
Sonríen al conocer la anécdota. Sus miradas curiosas parecen
decir otra cosa. No son las ansias por terminar sino las ganas de encontrar
algo que les resulte de utilidad. Para el trabajo encargado y para el futuro
que habrán de labrarse en momentos muy adversos. En el modo de desenvolverse y
hasta en las preguntas memorizadas sin que lo parezca, se adivina la vocación.
La tienen, claro que sí. Y entonces es cuando afloran los anhelos de ayudar, de
estimular, sin salirse de las coordenadas del realismo.
Ahí están los alumnos, ávidos de ampliar y perfeccionar sus
conocimientos, de llevar a la práctica lo que han aprendido en manuales, en
clases teóricas y en cuantos recursos están a su alcance para profundizar en el
camino escogido. Ahí están, empezando a destrozar la inexperiencia, hurgando en
lo que les interesa o lo que les importa, sin reparar bien (por ahora) en si la
persona seleccionada es la apropiada. Se les ve tan jóvenes, destilan ese afán
por llegar al fondo de la materia y preguntan con ese candor que no riñe con la
dureza de los asuntos que han esgrimido para su trabajo, que dan más y más
ganas de depurar mensajes positivos.
Algunos profesionales de postín, se les dice, vienen
insistiendo en que depende de nosotros mismos, de ustedes en el futuro
inmediato, para superar tantas tribulaciones. Curioso, pero no son tan
escépticos. Hay que beber, por tanto, de sus fuentes, aunque no hayan librado
una situación tan crítica o no hayan podido hacer más por tantos compañeros
válidos que pasaron a engrosas las listas de desempleo.
Hay que esforzarse en la búsqueda de esperanzas, de las
soluciones. Difícil, cuando cada vez son menos las ediciones impresas, pero en
el universo digital tiene que haber más opciones. Como las hubo en el catódico
no hace mucho, cuando se abrieron tantos caminos y creímos que habría tarta
para todos. Lastimosamente, múltiples circunstancias -desde empresarios poco
diestros y artificiales a pseudoprofesionales nada impuestos e irresponsables-
no sólo vulgarizaron el producto sino que fueron fagocitándolo, a una velocidad
de vértigo, además. Hasta la solidaridad y el corporativismo, sentimientos
encontrados, se resintieron.
Les preocupa a los futuros profesionales, a los que se están
formando, a los que quieren asirse a un soporte consistente que les dé sentido
a su vocación y les reafirme en el camino emprendido, la precariedad en el
empleo, el intrusismo y los mecanismos de defensa o representación teóricamente contenidos en un futuro colegio
profesional.
Se les reitera que van a encontrar un camino erizado de
obstáculos y de incomprensiones. Que nunca antes habíamos asistido a la
desaparición de tantas cabeceras, al cierre de tantas pequeñas o medianas
empresas de comunicación, a la supresión de tantos programas y títulos
consolidados y la destrucción de tantos puestos laborales, a la que no
escaparon, por cierto, ni quienes habían atesorado con creces experiencia y
madurez. Ese es el paisaje del pasado más cercano y del presente.
De modo que abrirse paso o hacerse con un espacio en un marco
tan reducido y condicionado resulta cada vez más complicado. Pero no decaigan,
no se rindan: ni los becarios ni los que han tenido la oportunidad de un
contrato de prácticas ni los que quieren acceder a un primer empleo, siquiera
en una emisora local. Hay que perseverar y emprender, no porque las
oportunidades estén fácilmente al alcance, sino porque este oficio se labra a
base de dificultades y desazón de manera que superarlas, con vocación, olfato,
buena escritura o exposición y sustantivo aprovechamiento, es el primer reto.
Recuerden: de ustedes depende.
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