Ha cumplido Joan
Manuel Serrat 70 años. Desde que él tenía 20, andamos a cuestas con sus
canciones y su poesía, tan cercanas y tan aptas para identificarse con los
ideales, con las causas, con las aspiraciones y las frustraciones… con las
vivencias pues. Porque Machado fue mejor entendido cuando le cantó (Aunque José
Hierro, en cierta ocasión, nos dijo personalmente que le había destrozado). Y
Hernández, que se hizo tan poeta del pueblo cuando musicalizó sus versos. Y el
descubrimiento de Joan Salvat Papasseit, de Espriú y de Josep Vicenç Foix.
Hasta el súmmum con Benedetti.
Hemos visto más de
diez recitales suyos, en diferentes escenarios. Aún recordamos el primero, en
plena adolescencia, aquí, en el desaparecido teatro-cine Baudet, tan mágico
todo aquella noche junto a los amigos que coleccionábamos posters y vinilos y
estábamos tan atentos a las novedades de su obra. Serrat era el cantor, el
rebelde, quien plasmaría años después un ‘Mediterráneo’ memorable e inigualable.
Le entrevistamos,
allá por los ochenta, en un salto a la isla, antes de otro concierto, apenas
minutos después de descender del jet-foil. Por ahí deben andar las fotos de
Enrique Serrano. Entrevista incómoda: el cuestionario reproducía literalmente
fragmentos o extractos de sus canciones: “Esto se está poniendo complicado. Es
que responder así… a un lenguaje tan alambicado”, dijo sin querer reprochar. Y
luego el desespero de Leopoldo, entonces director, porque tardamos más de lo
debido en transcribir la conversación que, al final, ocupó página y media de
este diario.
La última vez que le
vimos cantar y cuando le saludamos al final, en su camerino, junto a Jerónimo
Saavedra, fue en el auditorio ‘Alfredo Kraus’, de la capital grancanaria. Fue el Serrat austero, sobrio y serio. El
ajustado al "espíritu del proyecto" de cantar a Miguel Hernández, y
sólo a Miguel Hernández, "un concierto cerrado", que ya habrá tiempo
de volver -precisó- y recrearse con los éxitos y las canciones de siempre.
Allí estaba Serrat en
plena forma, después de los achaques, su mala salud de hierro. El cantante
entregado e identificado. Respetado y admirado, el que sobrevuela sobre las
generaciones y los públicos de toda condición. Ahora que es septuagenario, Joan
Manuel Serrat nos devuelve el mediodía, "con el amor a cuestas", como
una de las estrofas de "Hijo de la luz y de las sombras". Está, a esa
edad, "Cerca del agua", aunque sea atlántica, sin que la balada
pierda un átomo de encanto. Enfático y gesticulante para robustecer el mensaje
de la poesía comprometida. Ni le faltó el aire coplero ni la solemnidad,
aquella impregnada en "Menos tu vientre", aunque los arreglos
musicales no fueran tan vibrantes como en la grabación de 1972, cuando el
cantautor hizo la primera aproximación a la obra de Miguel Hernández,
rescatándola de la ignorancia y del olvido impuesto.
Ahora, con la madurez
y en otras circunstancias sociohistóricas, después de haber compartido con
Joaquín Sabina el éxito de actuaciones aquí y en los países de habla hispana
donde tanta gente se refugió en sus versos de libertad, amor y esperanza, es
como si el ‘Nano’ permaneciera en un mediodía siempre apto para refrescar la
memoria poética. Sigue siendo Serrat un hijo de la luz y de las sombras, el
trovador de toda una época, ahora que ya tiene 70 años.
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