Nos ha resultado indiferente la
salida de quien fuera director del periódico El Mundo, Pedro J. Ramírez. Y eso que, personalmente, podía ser la
baza que durante tantos años hemos aguardado para desvelar un modesto ejemplo,
en carne propia, de cómo se las gasta el
‘animal periodístico’. Pero no: nos da igual. Si era la cabeza que quería el
Gobierno a cambio de campañas publicitarias que se avecinan, que si la
vicepresidenta Sáenz de Santamaría se vengó fríamente después de aquellas
fotos, que si las deudas del grupo empresarial, que si los papeles (aún no
publicados) de Luis Bárcenas, que si el millonario blindaje contractual… Ni
enfría ni calienta, que tenga mucha suerte. Y si quiere seguir haciendo del periodismo
el espectáculo personal derivado de los juegos de poder que tanto le seducen,
estupendo: con su pan se lo coma.
Pero más inquietantes resultan las informaciones que se
suceden en torno a una posible caída de José Miguel Monzón, el Gran Wyoming, conductor del programa El Intermedio (La Sexta TV). Porque, de
confirmarse, se comprobaría que en este país, con este Gobierno, cualquier cosa
es posible. Y que la democracia se resiente. Y que la libertad de expresión
está, cuando menos, condicionada. Y que los medios de comunicación ya saben a
lo que se exponen. Cuando leemos el trueque, nos quedamos estupefactos: la
cabeza del comunicador a cambio de concesiones de trenes de alta velocidad
(Renfe) para el propietario del canal televisivo, José Manuel Lara, un negocio,
según las mismas informaciones, de mil novecientos millones de euros. Ni más ni
menos. Los pelos de punta, sí.
“Ustedes
ya conocen la noticias. Ahora les contaremos la verdad”, dice la fórmula de la
entradilla -muy al estilo identificativo norteamericano- del programa
televisivo. La fórmula, para quienes conozcan el estilo habitual y la línea
crítica del espacio, es muy atinada: anticipa un tratamiento distinto, una
interpretación crítica, irónica y humorística, de los asuntos de actualidad que,
según memorable definición de Carlos Luis Alvarez, Cándido, no existe; se crea,
lo que aquí, en este peculiar producto, en el que han llegado a reírse de sí
mismos, encaja perfectamente.
Consecuentes con aquel viejo aforismo, el humor es cosa
seria, Wyoming y los suyos se han esmerado durante años en ofrecer una
alternativa al sesgo informativo, entre oficialista y propagandista,
imprimiendo a la crítica política un sello propio y sarcástico que traslada al
espectador un constante ejercicio intelectual que genera, a su vez, cuando
menos, una risa sardónica. El Intermedio es
hoy, salvando las circunstancias sociopolíticas y las distancias temporales y
audiovisuales, lo que pudo haber sido La
Codorniz, sobre todo, con el lema de ésta: “La revista más audaz para el
lector más inteligente”.
Porque de audacia se llena el programa, en efecto, con tal
de encontrar aristas cómicas y desenfadadas a informaciones que han ido
sucediéndose teniendo que aceptar su cobertura y su tratamiento según la línea
de cada medio; o a declaraciones de políticos y cargos públicos que dejan
expresiones abiertas a una réplica ocurrente o una precisión satírica. Y algo
más que audacia, diríase que una meticulosa transgresión de la pericia
manipuladora de los recursos tecnológicos, se requiere para esos videomontajes
de imágenes y voces, solapadas y superpuestas, que han llegado a confundir
hasta que, por repetidos, se detecta su auténtico carácter.
Wyoming ha precisado que más que criticar al Gobierno de
turno, lo que hace realmente es aprovecharse del enorme juego que dan otros
medios de comunicación, alguno de los cuales -ha señalado- en un titular ya es
capaz de ofrecer un artículo de opinión. Sin rehuir siquiera los hechos que
pudieran afectar a su casa -la fusión con Antena 3, por ejemplo-, empleando
chascarrillos sobre sus mismas afirmaciones y sobre yerros de compañeros,
aguantando con gestos e interjecciones la capciosidad y los dobles sentidos e
incordiando y cebándose lo justo, el conductor de este programa que empieza a
ser un clásico de nuestra televisión debe ser consciente de que ha elevado su
listón hasta el punto de que para mantenerlo ha de renovar constantemente su
misma vis cómica.
Claro que El
Intermedio tiene que resultar incómodo para el poder de turno. Seguro que
lo será más por el tratamiento humorístico y desenfadado: siempre molestó a la
derecha y a los conservadores que sus tics, sus sesgos y sus imperativos fueran
interpretados en clave de ironía, descaro o bromas ambiguas. Como que quedan
más al desnudo esas debilidades.
Atentos a dos hechos: uno, la capacidad de resistencia, al
socaire de las grandes negociaciones condensadas en un tira y afloja cuyas
interioridades jamás se conocerán del todo. Pero si cae Wyoming, ya sabemos a
qué obedece. El otro: de consumarse lo que se comenta, pues habrán acertado
quienes decían -y dicen- que quieren acabar con todo.
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