Objetivo: paralizar la reforma.
La tramitación de la Ley de
racionalización y sostenibilidad de la Administración Local va a tener una
secuencia inesperada, algo más que la formulación de enmiendas: la mayoría de
la oposición parlamentaria intentará llegar, bien pertrechada, al Tribunal
Constitucional (TC), con el fin de paralizar y anular la norma que, como se ha
repetido, vulnera los principios de autonomía local.
Estamos ante un hecho sin precedentes en la historia de la
democracia. Es la primera vez que más de tres mil quinientos ayuntamientos de
toda España, que representan a más de quince millones de ciudadanos, recurran
conjuntamente una Ley, en este caso, la que pretende dar un vuelco a la vida
municipal no solo en aspectos organizativos sino en importantes cuestiones de
fondo como es la reasignación de competencias, principalmente en lo que
concierne a la prestación de los servicios mínimos obligatorios.
Se trata, pues, de un conflicto en defensa de la autonomía
local. El proceso va a ser largo y tiene, desde luego, su complejidad. Porque
para materializarlo ante el TC se requiere que un séptimo del total de los
ayuntamientos españoles y que, a su vez, signifiquen un sexto de la población,
lo decida expresamente y por mayoría absoluta. Según los cálculos que se han
conocido, hechos por los promotores de la iniciativa, es preciso que el acuerdo
los suscriban mil ciento sesenta corporaciones locales que representan a más de
siete millones y medio de españoles.
O sea, que los plenos municipales de estos meses van a estar
moviditos con este asunto. Porque la posición del Partido Popular (PP) será
contraria, naturalmente, y eso agitará el debate político. Al menos, servirá
para conocer mejor el alcance de la norma, cuya incidencia antes de los
próximos comicios locales es una gran desconocida para los estados mayores de
los partidos políticos. Es importante reiterar que plantear el conflicto
requiere de mayoría absoluta. Las formalidades se completan con la solicitud
previa de un dictamen al Consejo de Estado que, una vez hecho público, sustanciará
ante el Tribunal Constitucional el conflicto de competencias propiamente dicho.
Además, están abiertas otras dos vías para recurrir la
aprobación de la norma por parte de la mayoría parlamentaria del PP: una, la
que se plasmaría con la firma de cincuenta diputados o cincuenta senadores (en
consonancia con la anterior, parece lógico que también sea una medida
compartida por varias formaciones políticas); y otra, la que pueden utilizar
los gobiernos de comunidades autónomas que interpreten que la Ley invade
competencias que les son propias.
El objetivo, tal como se señaló al principio, es paralizar
la reforma local. No va a ser fácil en ninguno de los casos pero se pone a
prueba, entre otras cosas, la capacidad para entenderse y transar. La oposición
se juega lo suyo en tanto aprieten o amainen los vientos de la mayoría popular.
Pero, sobre todo, es el mundo municipal, quienes lo viven desde dentro, en
primera fila, el que debe dar una respuesta contundente que rechace los que son
claros intentos de restringir la autonomía local, teóricamente garantizada por
la Constitución.
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