Los estudiantes de periodismo
que aún mantienen la esperanza de hacerse con un puesto de trabajo son
conscientes de que es en el ámbito local donde pueden encontrar más opciones.
Local es todo: partamos de ese principio, si bien la naturaleza del hecho
noticioso y el tratamiento que se quiera conferir, harán que cada información
vaya a su sección.
Los veteranos asociamos local a la calle. Que era el lugar
al que había que acudir para encontrar algo que mereciese ser llevado a las
páginas, algo de interés periodístico. La calle se supone que era una fuente,
con escenarios y situaciones de todo tipo que el ingenio del redactor debía
plasmar para interés de un lector que se identificaba con aquel problema de su
calle, con aquel personaje con el que se cruzaba a diario, con aquella
deficiencia que se prolongaba durante meses, con aquella disfunción en la red
de abastecimiento o saneamiento que tenía a aquel sector de la ciudad en
ascuas… hasta que, probablemente, alguien se sentía aludido o avergonzado y
decidía emprender una solución, tuviera o no las competencias, que entonces no
se decían estas cosas.
Había que trabajarse la calle. Y algunos, que odiaban los
sucesos o no le gustaba el deporte o no habían madurado lo suficiente para
hacer mesa de redacción, se lanzaban directamente a su conquista. Había mucho
de aventurero, de descubrimiento, de contraste de una realidad que resultaba
indiferente o indolente hasta que preguntabas, indagabas y empezabas a dar
forma periodística. De la calle, además, se extraían lecciones o experiencias
vitalistas en aquellos horarios intempestivos o en aquel tránsito por caminos
inhóspitos y por lugares de complicada accesibilidad.
Cuando llegó la democracia municipal, la calle (un decir)
fue sustituida por la información institucional. Todo empezó a canalizarse,
incluso en aquellos primeros años en que los gabinetes empezaron a funcionar
sin saber muy bien hacia dónde caminaban. Pero era más fácil buscar información
(perder horas, si se quiere) en la sede de la institución, donde tenías al
concejal o al consejero al alcance, donde había reuniones casi a diario, donde
el protocolo también daba su juego informativo, donde podías vivir en directo inopinadas situaciones de
tensión/discusión entre agentes sociales y responsables públicos. Y además,
había pleno, por lo menos uno al mes. Y había que agenciarse los papeles de
dictámenes o informes. En esa jornada, la del pleno, medio trabajo ya estaba
hecho. La calle dejó pasó a la institucionalidad que también tuvo mucho de
aprendizaje para profesionales que empezaron a curtirse.
Los estudiantes actuales, perfilando ya una salida, saben
que lo tienen crudo, que no será sencillo sortear tantas dificultades. La
crisis ha causado estragos en los espacios dedicados a local. Para colmo, la
irrupción y el desarrollo de las redes de ciudadanía complican la situación: es
otro factor de competencia a tener en cuenta, especialmente en el ámbito de la
calle. Pero esos mismos estudiantes, con
sus planes de estudio, con sus recursos, pueden obtener ahí frutos
apetitosos y hacer de la información local un espacio atractivo en cualquier
época del año.
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