El diario El País publicaba hace unas fechas los resultados de una encuesta
realizada por Metroscopia cuya
conclusión es bastante llamativa: los ciudadanos entienden que la situación de
las mujeres ha empeorado en tres años. El 68% de los interrogados afirma que
aquéllas sufren discriminación: en 2011 lo afirmaba el 59%, o sea, nueve puntos
por encima. En el mismo estudio se preguntaba quién tiene una vida más dura y
difícil: las respuestas son igual de significativas: el 72% (frente al 67% de
hace tres años) cree que las mujeres; un 18%, ambos por igual y el 9% responde
que los hombres.
Los datos, pues, ponen de relieve que aún queda mucho por
hacer en nuestro país en materia de igualdad. Las mujeres, especialmente, se
quejan del retroceso experimentado durante la presente legislatura, al entender
que sus derechos sociales y laborales se han visto menoscabados, en tanto que
han perdido libertad e igualdad y también protección frente a la violencia de género,
pese al notable esfuerzo hecho por algunos gobiernos autonómicos y otras
instituciones.
La queja no es baladí si se tienen en cuenta consideraciones
tales como que los salarios son más bajos que los percibidos por los hombres,
factor que se repite con las pensiones. Las mujeres, según estudios que lo
prueban, son mayoría entre quienes disponen de empleos temporales y mal
pagados. El Gobierno de la nación tampoco ha favorecido mucho que digamos ese
empeño de igualarse con los hombres. Se sienten, en definitiva, perjudicadas,
al contrastarse que en derechos ciudadanos y servicios sociales hay una marcha
atrás preocupante.
El empeoramiento al que se alude en la encuesta señalada al
principio trae causa también de la desprotección que las mujeres notan con la
reducción presupuestaria (más de un 30%) operada en las políticas de prevención
de la violencia de género. Disconformes también con la reforma del Código Penal
que no protege lo suficiente a la mujer y a sus hijos menores, en tanto
despenaliza o minora las penas de los agresores, el panorama se presenta
preocupante si, al final, no se modifica el articulado de la nueva Ley de
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local concerniente a los
servicios municipales de ayuda a las víctimas.
Y ya puestas, discrepan también de las restricciones
aplicadas por el Gobierno en la Ley de Dependencia pues, en más del 90% de los
casos, son las mujeres las cuidadoras de las personas dependientes o privadas
de autonomía; sin olvidar que las mujeres mayores son las principales
beneficiarias directas de la citada Ley.
Sin dejar de tener en cuenta los progresos de años pasados
en campos como el legal, el educativo, el político o el profesional, las
estadísticas, las consideraciones y las circunstancias obligan a esmerarse en
una lucha por la construcción de una sociedad mejor, más igual. Eso sí que es
un reto del presente y del futuro, con tal de consolidar algunas conquistas que
podrían hasta enorgullecer. Y en ese sentido, el factor educativo o formativo
cobra una relevancia decisiva.
Porque la igualdad aún no es real.
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