El historiador del
arte, Eduardo Zalba, fiel a su estilo, tiró de la madeja para acercarnos al
universo Portillo, el gran desconocido. Y así, condensó en los cinco ámbitos de
la exposición de la que es comisario, en un Instituto de Estudios Hispánicos de
Canarios (IEHC) lleno casi a rebosar, aspectos de la obra de un aparejador
tinerfeño que hay que situar en el vértice de la búsqueda de la modernidad arquitectónica
para el Puerto de la Cruz.
Agustín Portillo (1907-1960), nacido en
Santa Cruz de Tenerife, estuvo vinculado a la localidad norteña desde 1931, año
en que ingresó como aparejador municipal interino, ganando mil pesetas anuales.
Tomó posesión ante el alcalde de entonces, Florencio Sosa Acevedo. Dos años
después, obtuvo la plaza en propiedad.
Portillo
había finalizado sus estudios de aparejador en la ETSAM de Madrid en 1930.
Cuando comienza a trabajar en el Puerto de la Cruz, éste aún era ajeno al boom
turístico. Casó en la Peña de Francia, con María Luisa González González,
vinculada a la propiedad del hotel Marquesa. En 1941 se trasladó a Las Palmas
de Gran Canaria. Tenía 53 años cuando falleció.
Eduardo
Zalba glosó algunos perfiles de la obra de Portillo, sus propuestas
vanguardistas, su limpieza ornamentativa y el racionalismo aportado por los
tracistas. Ese era el universo Portillo, plasmado en proyectos como la
pavimentación de la calle Valois y la Calzada de Las Cabezas; la modificación
de rasantes de las calles que rodean la plaza del Charco y de la alineación del
paseo San Telmo, tan de actualidad a lo largo de los últimos meses.
Agustín
Portillo, que fue colaborador del arquitecto José Blasco Robles, se dedicó a
las tareas que entonces, con todas las limitaciones y sin muchos recursos,
tenían a su cargo los ayuntamientos: trabajos de alineaciones, derribos,
protecciones, saneamiento y alcantarillado.
La
exposición está dividida en cinco ámbitos: uno, dedicado a proyectos de
viviendas domésticas en calles céntricas; otro, con los trabajos que realizó al
frente de la oficina técnica municipal; uno tercero centrado en la arquitectura
para el ocio; otro con datos biográficos y fotos y el quinto, una vitrina, con
documentos, certificaciones e instrumentos de trabajo, donados por la familia
al Colegio de Aparejadores de Gran Canaria y cedidos al IEHC para esta
exposición.
Era
el primer acto público dedicado a la memoria de Portillo. El valor de la
exposición es el descubrimiento de un técnico al que se puede considerar un
precursor del trazado urbanístico del Puerto de la Cruz. Gracias a la inquietud
y a la búsqueda incesante de Eduardo Zalba, los portuenses ya disponemos de
otro elemento para el conocimiento de la historia local, tal es así que este
primer paso -dado con una dignidad encomiable y autofinanciándose con recursos
muy modestos- invita a futuras aportaciones. El propio Zalba envió mensaje a
las autoridades locales presentes y ausentes: que tengan presente el nombre de
Agustín Portillo cuando se trate de rotular una vía del municipio.
Con
el testimonio emocionado de su hijo y otros familiares presentes en el acto, la
interpretación musical de Carmen Elena Vera (flauta) y Tomás Estévez
(clarinete), profesores de la superviviente Escuela de Música, fue el complemento elegante a un
verdadero descubrimiento: el universo Portillo.
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