Entre las medidas planteadas
por Marino Rajoy durante el debate del estado de la Nación, figuran las
relativas a la agilización de la justicia. Aspira el presidente a reformar la
Ley de Enjuiciamiento Criminal con la idea de evitar las macrocausas de difícil
conclusión y de fijar plazos máximos para la instrucción. También quiere
modificar la Ley de Enjuiciamiento Civil, fomentando el uso de las nuevas
tecnologías para las comunicaciones entre los operadores jurídicos, los
profesionales y los ciudadanos.
Y hay una tercera medida anunciada en el largo discurso
presidencial: la revisión del sistema de tasas judiciales. Anunció que las
personas físicas quedarán exentas de abonar tasas judiciales en todos los
órdenes e instancias.
Quienes tengan memoria, recordarán una célebre frase de
Manuel Fraga Iribarne cuando, antes de emprender rumbo a Galicia, hacía oposición a Felipe González: “Los
socialistas solo aciertan cuando rectifican”. Ahora, en sentido inverso,
alguien podría devolverla.
Porque aquel empecinamiento del actual Gobierno al aprobar
la Ley de Tasas Judiciales era, a todas luces, rechazable. Para colmo, algo
debió hacer mal cuando, tras recaudar quinientos doce millones de euros, le
contestó a un diputado que preguntó a qué pensaba destinar esa cantidad y como
respuesta obtuvo un ‘no se sabe’. “No dispone de información al respecto”, fue
la contestación literal. Lo grave del caso es que ni siquiera revertiría lo
recaudado en la financiación de los gastos producidos en el ámbito judicial que
era, grosso modo, la justificación que argumentó en su momento, en defensa de
la Ley el ex ministro Ruiz Gallardón.
La
norma se hizo, en efecto, solo con los votos populares en el Senado. Era
evidente que contribuiría a la ampliación de la brecha de desigualdad que
divide a la sociedad española desde que al Gobierno del PP le dio por
desmantelar el Estado del Bienestar. Los riesgos de una justicia para ricos y
poderosos, para quienes puedan pagarla; y otra para quienes, sin recursos, no
están en condiciones de afrontar la financiación de sus procedimientos y
contenciosos, eran evidentes.
La
nueva Ley, aún vigente, comportaba un aumento de las tasas judiciales entres
los 50 y los 1.250 euros iniciales que, aplicado a determinados procesos
judiciales, acarreaba un notable incremento de miles de euros. O sea, que
alumbraba una justicia que no era igual para todos. Lo señaló Carlos Carnicer,
presidente del Consejo General de la Abogacía: “Esta Ley va a consagrar una
justicia para ricos y otra para pobres, impidiendo el acceso a la justicia a un
gran número de ciudadanos”.
Deben
haber sido muchas las evidencias de la inequidad, ha de ser tan palmario el
malestar de las clases medias para que ahora, como otro elemento del paquete de
medidas sociales, el presidente Rajoy haya anunciado la exención de las tasas
para las personas físicas en todos los órdenes e instancias. ¡Qué generoso!
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