Al cabo de cuarenta y
cuatro años de servicio ininterrumpido, hoy se jubila en el Ayuntamiento del
Puerto de la Cruz Fernando Pérez Plata, funcionario ejemplar que se incorporó a
la plantilla municipal cuando tenía diecinueve años y era alcalde Felipe Machado
González de Chaves. Hizo de auxiliar, después de administrativo y luego ejerció como técnico, graduado social.
Fernando es de los últimos funcionarios públicos de la
etapa en que el Ayuntamiento fue creciendo hasta hacer necesario su traslado
desde la sede de Blanco/Iriarte a la de casas consistoriales en el acceso a El
Penitente, desde la calle Santo Domingo, hoy plaza de Europa. Le seguirá, Dios
mediante, el año próximo, Isabel Delgado, administrativa que también es de esa
promoción, si el término es de aplicación.
Pérez Plata es de los que ha vivido a fondo los procesos
de recursos humanos registrados en el consistorio portuense, en el que llegó a
ser, por cierto, secretario del extinto Patronato Municipal de Deportes. Sabe
lo que es, por tanto, poner en marcha una empresa pública o cómo atender las
contrataciones subsiguientes a un programa o plan de empleo o cómo actuar de
componente de tribunal en pruebas de oposiciones y de selección de candidatos
para determinadas plazas o cómo desenvolverse en la negociación de convenios y
acuerdos. Fernando cumplió siempre, en todos ellos, con eficiente
responsabilidad; con la discreción, además, de quien se sabe pieza de un
engranaje a la que están asignadas determinadas funciones que él desempeñó con
solvencia.
Se marcha, por tanto, con la satisfacción del deber
cumplido. Su vocación de servicio público hizo más fácil la entrega y el
compromiso profesional. Esa faceta laboralista, con tantas aristas complicadas
en el sector público, con tantas normativas reguladoras, tuvo en este probo
funcionario portuense un apropiado tratamiento. Fue siempre un celoso defensor
de las posiciones institucionales y asesoró a los políticos con lealtad y
espíritu de superar adversidades.
En cierta ocasión, durante un juicio en el que un
empleado municipal trataba sin éxito de justificar su absentismo, después de
una entrada memorable en la sala (“¿Se puede compenetrar?”), Fernando Pérez
Plata, representando al Ayuntamiento, llegado su turno, espetó al magistrado:
-Con el debido respeto, Señoría, ya habrá comprobado que
no se está en condiciones de proseguir la vista.
Con aquella intervención, el representante legal del
consistorio había salvado de una condena mayor al trabajador.
En otra oportunidad, Fernando fue testigo de un hecho
anecdótico. Un vecino, en la escalera de la casa consistorial, aborda a un
alcalde al que pide “algo de trabajo”.
El regidor le explicó que en aquellos momentos, “la
verdad, no hay mucho trabajo que ofrecer”. Y el vecino replica:
-¡Hombre, señor alcalde! La verdad, yo tampoco trabajo
mucho.
Como funcionario, atendió indicaciones de ocho alcaldes.
Vivió la Transición política y asistió a la consolidación de la democracia. Al
cabo de cuarenta y cuatro años, toda una vida, Fernando Pérez Plata deja una
estela de entrega y dedicación profesional, merecedora de reconocimiento.
¡Felicidad
y suerte!
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