Alguien debiera decir a los inspiradores y realizadores de la
rueda de prensa llevada a cabo días pasados en la cofradía de pescadores del
Puerto de la Cruz que en política las formas son importantes, de ahí que alguna
gestualidad pública reciente haya suscitado notables rechazos ciudadanos.
Alguien debiera apuntarles que las ocurrencias traducidas en
barata estrategia de presión mediática están abonadas al ridículo cuando no
tienen otro fundamento que seguir mareando la perdiz de una actuación cuyos
antecedentes se pierden en la noche de los tiempos y en el futuro imperfecto.
Alguien debiera indicarles que no hay que abusar de la
paciencia de la gente por muchos incautos que haya. Y que los proyectos de infraestructura
y equipamiento, como es el pretendido puerto del Puerto de la Cruz, no se
debaten ni se discuten con superficialidad en sedes de cofradías cedidas para
la ocasión ni intercambiando mensajes en dispositivos telefónicos particulares
o en redes sociales.
Alguien, con sensatez y mínima visión, debiera hacerles ver
que a estas alturas no todo vale para alimentar dolientes frustraciones y
manipular las legítimas emociones de quienes ven en esa actuación una suerte de
panacea para superar la etapa de decadencia que nos ha tocado vivir.
Alguien, en fin, debiera invitarles a reflexionar y a pensar
en el día después, bien es verdad que conociendo tal como se conducen algunos,
es pedir que el olmo de la gestión dé peras jugosas que impulsen el quehacer común
en pos de una consecución supuestamente beneficiosa para el interés general.
Así los factores, lo ocurrido en la infausta rueda de prensa
pone de relieve que cuando un asunto se desvirtúa hasta situarse fuera de
control es difícil, por no decir imposible, reconducirlo. Empezando por las
formas: había más personas ajenas que periodistas. ¿Qué clase de convocatoria
es esa? Tras el precedente, a ver cómo los responsables de la cofradía dicen
que no quieren política en sus instalaciones. ¿Y por qué el periodismo permite
trabajar en esas condiciones? Sin dudar de la legitimidad de los convocantes,
consejeros del Cabildo Insular en la oposición, ¿por qué el alcalde de la
ciudad no les acompaña en la mesa y ocupa un lugar entre los asistentes?
Independientemente de respetar la jerarquía partidista, ¿valoró la inevitable
interpretación de entreguismo, teniendo en cuenta que es el alcalde de Los
Realejos quien pide públicamente encabezar la encomienda delegada de la
actuación, ni más ni menos que proyectar, buscar financiación y materializarla?
Y todo eso, por el medio peso de ofrecerse en público al
presidente del Cabildo de Tenerife para gestionar el expediente, que para eso,
faltaría más, hay capacidad. Un presidente, por cierto, que se suma al
espectáculo contestando con prontitud -¿y sorna?- al consejero presidente
insular del Partido Popular vía red social (Twitter) para que el desbarajuste
-y el malestar- quedara ahí residenciado.
Ese ofrecimiento, en todo caso, fue la noticia de la rueda de
prensa. Vaya viaje y qué vacías siguen estando las alforjas de las medidas
concretas. Por no saber, a preguntas de algún paciente informador, ni siquiera
el estado de tramitación ni de qué depende el avance del expediente.
Alguien debiera explicar a inspiradores y realizadores que la
gente está cansada de burlas y de engaños. Que manipular los sentimientos y las
emociones también tiene su límite: el de la ética y la decencia política. Que
ya está bien de seguir hablando de cruceros cuando ni siquiera se sabe a
ciencia cierta la viabilidad del equipamiento marítimo-portuario. Que es
necesario hablar con propiedad en las instituciones desde donde se supone que
se proyecta y se propicia la inversión público-privada. Que con jueguitos
político-mediáticos no se consigue sino prolongar la agonía del pudo haber sido
y no fue.
Alguien debiera hacer ver que la dejación en política es
táctica cuando menos discutible y que, o se asume liderazgo, o se corre el
riesgo de quedar retratado como gestores incapaces y difusos. Al cabo de tantos
dimes y diretes con el puerto portuense, entretenerse más tiempo en el debate y
seguir produciendo artificiales esperanzas -esa es otra: digan la verdad, sin
dobleces- es, sencillamente, autoengañarse.
Alguien habrá, suponemos… ¿O es mucho suponer?
(Habrán comprobado que no hay una sola alusión al oportunismo
electorero. Si no se entiende la nobleza y los costes de la causa, mejor que la
demagogia y la pobreza ideológica no encuentren una mínima cabida).
Salvador. Dificil que te entiendan. Ni sensatez, ni respeto ni verguenza, dificultan la razón.
ResponderEliminarTu lo has dicho el pueblo está muy cansado de burlas y de engaños. Da la sensación de ser el GRAN HERMANO pero en la cofradía de pescadores
ResponderEliminarComo siempre muy claro en tus apreciaciones, sería bueno que el mensaje llegue a quienes corresponde a ver si corrigen comportamiento.
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