En
Venezuela, desde la ya célebre derrota electoral de la revolución, vienen
sucediéndose muchas cosas, algunas verdaderamente insólitas, como aquel
episodio, tan significativo como emotivo, producido en la agitada constitución
de la Asamblea Nacional (AN) legislativa, salida de los comicios del pasado mes
de diciembre. Cuando el veterano parlamentario Omar Barboza anunciaba la
candidatura para la dirección de la cámara y la elaboración de sus primeras
leyes, dedicó unas sentidas palabras de bienvenida y recepción a los
representantes de los medios de comunicación tanto nacionales como extranjeros
que fueron rubricadas, puestas en pie sus señorías, con una sonora ovación que
se prolongó por unos treinta segundos. Durante este tiempo, los periodistas
fueron los más importantes en la sede institucional.
Acostumbrados como estamos a que la
prensa sea maltratada e incluso vilipendiada en algunos ámbitos, el hecho
entraña la relevancia de registrarse en un momento sociohistórico en el devenir
de aquel país que se prepara para una larga serie de incertidumbres, ojalá que
solubles en un marco de respeto, diálogo y convivencia y al margen de
violencias. No será fácil, desde luego, después de una larga etapa totalitaria,
con las coyunturas y los apremios que caracterizan el desarrollo venezolano de
estos tiempos.
La ovación fue un reconocimiento al
trabajo y al papel de la prensa que ha resistido durante esa etapa, cuando ha
visto recortadas sus libertades, cuando ha tenido que padecer represalias y
cortapisas de todo tipo y cuando los designios políticos modificaron
sustancialmente el propio modelo de negocio. Algunas cabeceras cambiaron de
titularidad para quedar al servicio de los mejores postores del régimen, en
tanto otras desaparecían o forzosamente tenían que iniciar el proceso de
supervivencia en el universo digital. Muchos periodistas, a título individual,
también se vieron sensiblemente afectados en su ejercicio profesional.
Fue una fecha gozosa para el país, con
esa mención especial para la prensa que quiso respirar el aire fresco de la
renovación democrática. En esa trinchera brilló el indeclinable parecer del
profesor Ramón Guillermo Aveledo. Y era natural que fuera saludada con
entusiasmo en medios como Tal Cual, de
un terco e infatigable luchador por las libertades, Teodoro Petkoff, con un
editorial en el que podía leerse: “Volvimos también los periodistas a las
sesiones del Parlamento. Ya no podrán arrinconarnos en una sala anexa y
negarnos el acceso a una fuente informativa tan importante en cualquier
democracia como la Asamblea Nacional. Los debates serán vistos por diferentes
ojos; el trabajo de las comisiones, también. Cuantas más alternativas, mejor.
Otro punto muy positivo”.
Los periodistas, más de trescientos, estaban
allí para hacer uso de la libertad y para dar fe de lo que acontecía sin
ataduras, sesgos ni imposiciones. Otros muchos, desde el exterior, siguieron
atentamente los acontecimientos y las reacciones en la calle. Como tiene que
ser en democracia, cumpliendo con ecuanimidad y responsabilidad, y respetando
el Estado de derecho. Los representantes de los medios fueron notoriamente
aplaudidos porque se era consciente de la resistencia indoblegable de algunos y
del relevante cometido que han de desempeñar en el nuevo tiempo de Venezuela,
es decir, para participar activamente en el escenario del pluralismo, para
oponerse a los abusos, para fiscalizar la acción de los poderes políticos, para
reivindicar transparencia y para sugerir, en el contexto de sus líneas
editoriales, las alternativas que estimen adecuadas para contribuir a la
defensa de los intereses generales y al engrandecimiento del país.
Aquella ovación, desacostumbrada y
memorable en las coordenadas de la comunicación de nuestros días, puso de
relieve ese pensamiento que va más allá de una frase hecha: Sin libertad, no
hay periodismo. Y sin periodismo, no hay democracia. Un imperativo categórico. Fueron
treinta segundos de emoción incontenida, de transmisión de sentimientos que
impulsan la ética y el compromiso responsable; en otras palabras, el amor por
la profesión y la obra bien hecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto