“Es su paisaje y
es suficiente”, dijo el profesor Nicolás Rodríguez Munzenmaier en la apertura
de la segunda exposición del pintor autodidacta Pedro Bellido en el Instituto
de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), una colección de acrílicos sobre
lienzo que reflejan los entornos primigenios de agua y tierra, fuego y aire, en
los que la forma del paisaje se queda con lo sustancial.
Bellido había
debutado en la misma sala hace tres años. “El punto de partida de un nuevo
artista”, había definido el crítico Celestino Hernández. De aquel bautismo
pictórico, recordamos la sensibilidad paisajística interpretada con sobriedad
cromática. La ha revalidado ahora el autor en sus interpretaciones de paisajes
andaluces y canarios, en algunos motivos y ángulos hasta ahora no vistos, o en
atardeceres impregnados del colorido cuyas pautas guió, allá en su Sevilla
natal, el profesor Miguel Pérez Aguilera: “Plasma los colores y seguro que te
salen las figuras”. De ahí que Rodríguez advirtiera que el autor está dotado de
una innata intuición para el color.
Se propone Pedro
Bellido volver al óleo pero antes ha querido dejarnos estos acrílicos, algunas
abstracciones y otras composiciones depuradas. Sus visiones oníricas desnudan
la atracción por los entornos. El autor, que reveló una biografía casi
intimista, no ocultó una cierta osadía, sin duda evocando aquellos
acercamientos de adolescencia con ‘titanlux’ y cera. Ahora, el atrevimiento
convierte las coladas de lava, el magma incandescente o los atardeceres
singulares (Nicolás Rodríguez dixit) en
cuadros vitalistas, imaginativos, en los que la forma del paisaje se queda con
lo sustancial.
En “El camino”, título
de su primera exposición, hablamos de un Bellido que se iniciaba con afán de
autoexigencia perfeccionista que, en esta segunda entrega, acredita con una
mirada que le permite depurar los elementos de todo tipo con los que se siente
identificado. Ha reafirmado la versatilidad de sus impresiones, hasta hacer
‘suficiente’ el paisaje de modo que no sea necesario adjetivarlo. El artista,
siempre apoyado por la esposa profesora y familiares que conocen de su vena
pictórica, sabe que empieza a madurar, por lo que puede incursionar y
proponerse nuevos horizontes que servirán, seguro, para descubrirse del todo.
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