Media España se estremecía con la derrota futbolística ante
Croacia -una vez más se demuestra que no hay que vender la piel del oso antes
de cazarlo- y apenas se reparaba en un gravísimo hecho que ni siquiera mereció
un huequito en las portadas de un montón de periódicos: la grabación de unas
conversaciones entre el ministro del Interior y el director de la Oficina
Antifraude de Catalunya, en las que se planteaba, ni más ni menos, la búsqueda
de casos de corrupción que presumiblemente afectasen a dos partidos catalanes, Convergencia
(CDC) y Esquerra (ERC).
Un
escándalo: a tres días de finalizar la campaña electoral, el asunto huele de la
peor manera imaginable. Como si fueran pocos los asuntos destapados, las
denuncias y los juicios, salta ahora esta grabación que ya se está
investigando. España ya tiene su ‘watergate’. Si éste costó lo que costó,
vayámonos haciendo a la idea de lo que puede ocurrir aquí. Y como ya no hay
casualidades en las que creer, preparémonos para un final de campaña de lo más
convulso.
Horrible.
Para colmo, el presidente del Gobierno en funciones haciendo el ridículo con
sus ignorancias. Por las cloacas del Estado fluye la guerra más sucia que
imaginarse pueda. Mientras se van conociendo los contenidos de las
conversaciones, ya circula el carrusel de las peticiones de dimisión. Solo es
el principio.
¿Cómo
terminará todo esto?
Estimado compañero. No estamos ante una situación nueva. Lo novedoso, en cualquier caso, es la respuesta que han tenido la mayoría de partidos políticos y sus representantes ante una situación ahora grave, ¡y sólo porque estamos en plena campaña electoral! El comportamiento de este deleznable ministro, a quien le viene al pelo el dicho que reza a 'Dios rogando y con el mazo dando', ha sido el mismo que ha utilizado para atacar, desde las mismísimas cloacas del Estado, a una formación política emergente: Podemos (Hoy Unidos Podemos). Sin embargo, la acción-reacción-repercusión fue entonces nula. Pareciera, incluso, que al gusto de todas las demás formaciones políticas, entre los que incluyo al partido socialista y a su hoy aliado natural: Ciudadanos.
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