Tenga un ‘troll’ en su red
social. Y mucho cuidado con su doble o triple personalidad y con su juego
dañino. A estas alturas, los usuarios -y hasta quienes no lo son- saben que se trata
de “seres” que pululan en grupos y conversaciones predestinados a causar daño,
a incordiar o molestar. Un profesor de la Universidad de Chicago, Timothy
Campbell, llegó a definir a esta “figura” como alguien que siente placer al
sembrar discordias en la red. Y un periodista peruano, Álvaro Reyes, considera
que “un ‘troll’ es el usuario que participa en una discusión on line, con mensajes deliberadamente
provocadores con la intención de interrumpir o desviar el curso del debate”.
Su proliferación se ve favorecida por el relativo anonimato
de la red. Es fácil su creación -una identidad supuesta- como también lo es que
se preste a manipulaciones o ‘teledirecciones’.
Al carecer de ética y de principios digamos escrupulosos, esperen por su
parte cualquier reacción, incluso la menos atemperada pues consideran que no
están sujetos a regla alguna de cortesía o a prejuicios de responsabilidad
social. O sea, que pueden hacer, poco menos, lo que les venga en gana. A medida que madure el papel del ‘troll’, y hasta que se
resuelva o decida en algún sitio qué hacer con él, estamos ante un provocador
nato. Hay especialistas que se han apresurado a considerar que es un mal
inevitable y que es un riesgo con el que hay que convivir.
Cuando se detectó detectada la concurrencia
indiscriminada de ‘trolls’, fue la fundadora del Huffington Post, Arianna Huffington, la que promovió una campaña
contra el ataque impune de los mismos.
Quería evitar el hostigamiento y las amenazas hacia los periodistas por
parte de usuarios de redes que se esconden tras el anonimato. Los resultados no
deben haber sido muy exitosos, a la vista de que el fenómeno se expande. Una
medida inmediata del digital, por cierto, fue impedir la publicación de
comentarios anónimos en sus foros, obligando por tanto a identificarse
debidamente a toda persona que quisiera participar en un debate o una
discusión.
Según Álvaro Reyes, los que se dedican
a esto, a título individual o formando parte de tramas interesadas en
amedrentar o desprestigiar a quienes participan limpiamente en debates o meros
intercambios de puntos de vista, tratan de confundir a la opinión pública. Por
eso, el mismo autor considera que combatir a los ‘trolls’ no beneficiará solo a
los periodistas sino que la audiencia también saldrá ganando.
Cabe aplicar
aquel principio de que ni el delincuente ni el enemigo dormitan. Por
consiguiente, el ‘troll’, si se empeña en fastidiar, lo tiene todo a su favor,
prácticamente. Celia Blanco, directora del programa “Contigo dentro” (Cadena
Ser), columnista de El Español, después de defender como criterio básico que “el
respeto debe imperar y todos deberíamos respetar al de enfrente”, lo dijo con
claridad recientemente: “Los ‘trolls’ están sirviendo para desarrollar una
paciencia infinita”. Su percepción de la personalidad de quienes encarnan este
papel nos invita a ser más cautelosos todavía: “El ‘troll’ que va a hacer daño
normalmente suele ser bastante ignorante o inculto”.
Pero hace
daño, eso es lo malo. Y por tanto que hay que desenmascarar o extirpar.
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