Promover la cohesión social,
el crecimiento sostenible y la creación de empleo. Esta triple
finalidad inspira la reivindicación de ejecutivos regionales y
locales expresada en la pasada séptima Cumbre Europea de Regiones y
Ciudades, celebrada en Bratislava con el lema “Invertir y
conectar”, bajo los auspicios del Comité de las Regiones (CDR),
un organismo consultivo que los representa. Tratan de que la Unión
Europea (UE) incremente sus inversiones con tal de poder llevar a
cabo políticas orientadas a la consecución de esos objetivos que se
resumirían, sencillamente, en mejorar condiciones de vida.
Puede que sea la enésima
formulación teórica de este tipo de reuniones pero guarda su
importancia para las instituciones públicas, sobre todo allí donde
sigue siendo inestable o desigual el sistema de financiación. En
efecto, en la Declaración de esta cumbre se señala que el Comité
Europeo de las Regiones respalda una visión de futuro para Europa
que tenga unos horizontes distintos, no solo desde la perspectiva de
la solidaridad, sino desde la optimización de los recursos. Y es que
la gente que paga impuestos y que lee y escucha acerca de programas
innovadores o inversiones millonarias quiere saber cuáles son los
frutos de sus obligaciones o cómo se administran los activos que
generan.
El caso de España es
paradigmático en ese sentido. Aeropuertos que no funcionan, trazados
de vías que no se abren, macroinstalaciones que luego no tienen unos
mínimos de mantenimiento que las hagan viables, en fin,
equipamientos o dotaciones que, a corto y medio plazo, van quedando
obsoletas o inservibles. Hay que entender a dirigentes y responsables
públicos que quieren lo mejor para su comunidad o para su ciudad y
se esmeran con tal de alcanzarlo; pero no sobra racionalizar y actuar
con criterios pragmáticos antes que derrochar, malgastar o
profundizar en la brecha de la desigualdad que casi siempre se abre
con caprichos o empecinamientos dignos de mejor causa.
De ahí que se ponga énfasis
en esa meta de promover la cohesión. Claro que hay que reducir las
diferencias regionales. Si disminuye la inversión pública,
difícilmente se podrá contrastar el progreso y mantener o
recuperar la confianza de los ciudadanos contribuyentes. El sector
privado tampoco debe estar sentado a verlas venir, aún a sabiendas
de los obstáculos que de facto se encuentra y que pueden frenar
planes y proyectos. La cohesión social, tan en precario desde que
terminara imponiéndose el discurso de la economía globalizada,
necesita algo más que impulsos para su fortalecimiento. Las
instituciones en general están llamadas a obrar con una demostrable
voluntad política para convertirla en un principio básico de
cualquier desarrollo o del mantenimiento de los niveles alcanzados.
Orientar las inversiones en función de los resultados y coordinar
las que asuman gobiernos regionales y locales con los ciclos
económicos tanto de sus países como de la propia Unión Europea,
son hechos que tienen que caracterizar los próximos tiempos.
Teniendo como instrumento de trabajo la denominada revisión
intermedia de los presupuestos de la UE, período 2014-2010, como la
que también habrá de aplicarse, en el estricto ámbito de la
cohesión para después de este último año, procede ahora comprobar
los pasos prácticos que se dan para palpar que la cohesión se puede
alcanzar y beneficiar los intereses generales.
Esos otros dos conceptos, en
realidad, esos otros dos objetivos, el crecimiento sostenible y la
generación de empleo, están interconectados. Habrán mejorado
ciertos indicadores pero la crisis se resiste a abandonarnos, pese a
que haya múltiples situaciones con las que manipular y hacer ver lo
contrario. La exclusión, la pobreza, siguen siendo planteamientos
vigentes en las agendas de los gobiernos. Veremos hasta dónde llega
el CDR.
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