Aquella
anécdota de Antonio Machado, de don Antonio, mejor dicho.
El personaje literario de su creación, Juan de Mairena, una suerte
de poeta-filósofo, le pide en clase a uno de sus alumnos que escriba
en la pizarra la frase “Los eventos consuetudinarios que acaecen en
la rúa”. El alumno cumple con el encargo y Mairena le dice: “Vaya
usted poniendo eso en lenguaje poético”. A continuación, tras
breve meditación, escribe: “Lo que pasa en la calle”. Juan de
Mairena señala: “No está mal”.
Ilustrativo pasaje que, extrapolado a la aventura de las palabras en
movimiento que el filólogo Jesús Castañón Rodríguez inició hace ahora
treinta y cinco años, revela el incesante caudal de la creatividad
del lenguaje deportivo, un hecho al que ha sido sensible con esmero
como lo prueban sus investigaciones y sus incorporaciones, hechas
desde el tesón y la sencillez, al alcance de todos para que todos se
beneficiaran del enriquecimiento del idioma en que se desenvuelve el
ámbito deportivo y que es necesario cuidar para hacer un adecuado
uso de todos sus recursos y de todas sus opciones.
Las palabras se mueven, claro que sí. Pero no pueden ni deben
hacerlo de forma desordenada o anárquica. Tienen que persuadir,
atraer, fascinar, encandilar y enganchar. Lo contrario equivaldría a
defraudar, revelar desconocimiento, dañar y hasta arruinar un texto,
cualquiera, una información o una opinión. La vida es, sobre todo,
comunicación. Por tanto, en la sociedad del conocimiento, en los
tiempos que nos ha tocado vivir, con las exigencias que van en
aumento, ese hecho, la comunicación, debe discurrir de forma tan
fluida como ajustada, como si las palabras fueran piezas de oraciones
de un gigantesco y complejo engranaje que obliga a un permanente
ejercicio de destreza.
Por ello, este autor autor hace una tercera revisión de aquel trabajo,
Periodistas por el buen uso del
idioma, iniciado, con Hinchas del idioma, en la
emisora salmantina de la cadena SER, allá en 2009. Le siguió otra,
en 2011, con la que se gestó un libro, La comunicación deportiva
y la lengua española (Castañón), prologado por el académico
correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española
y secretario general de la Fundación del Español Urgente, Francisco
Muñoz Guerrero. En esta nueva entrega, que titula Periodistas y
el buen uso del idioma del deporte, ya suman ciento noventa
profesionales de doce países de dos continentes los que aportan
testimonios que constatan el dinamismo del rico universo de las
palabras. La aventura prosigue. Porque el propio Castañón es quien
revela su admiración por el periodismo deportivo, convencido, como
está, de sus formidables potencialidades de integración y
plasmación de aquellas ensoñaciones o ideales que sustancian,
incluso, avances sociales y hacen madurar la expresión oral o la
escritura de modo que cobran sentido los valores de la investigación
y el perfeccionamiento. Adaptaciones, neologismos, sinonimia,
correcciones… todo tiene razón de ser en cada recurso expresivo o
literario. La consulta se convierte, así, en un instrumento
primordial para perfeccionar el estilo o superar dudas y evitar
yerros dialécticos, narrativos y lingüísticos.
Las contribuciones de los autores registrados demuestran que no se
quiere una lengua fosilizada ni anquilosada. Y mucho menos,
anticuada, con vestigios de moldes que propician lugares comunes,
frases hechas y hasta uso indebido de vocablos. La trascendencia y el
impacto del hecho deportivo en nuestros días van más allá de las
emociones o las pasiones que despierta cualquier confrontación.
Estamos hablando de un volumen de negocio considerable, de miles de
millones de euros o dólares por derechos de imagen. Y, por supuesto,
de una incidencia sociológica en las culturas y las costumbres de
las aficiones, mejor dicho, de los seguidores o de los pueblos. Eso
significa que el lenguaje tiene que estar a la altura, que quienes
van a manejarlo, ante audiencias millonarias o redes sociales
infinitas, deben hacerlo con solidez y, por supuesto, con
conocimiento de causa. El escritor y sociólogo francés Alain
Ehrenberg afirmó que la popularidad de los deportes reside en su
capacidad para encarnar el ideal de las sociedades democráticas,
mostrándonos por medio de sus figuras, individualidades o conquistas
colectivas, que “cualquiera puede llegar a ser alguien”, que el
estatus no se adquiere con el nacimiento sino que se conquista en el
transcurso de la vida, como escribe el antropólogo galo Christian
Bromberger en el libro Fútbol y pasiones políticas (Temas de
debate).
Durante mucho tiempo, el periodismo deportivo patrio tuvo que cargar
con sambenitos de tópicos, repeticiones, fraseología ramplona,
tibiezas contagiosas y vicios que, en muchos casos, desembocaron en
una vulgarización del lenguaje. Ha costado, pero a base de
esfuerzos, de una mayor preocupación por la formación, de una
diversificación de las opciones de conocimiento, de una
racionalización de los planes de estudio universitarios y del
probado celo de muchos profesionales, expertos y profesores, ha sido
posible irse desprendiendo de buena parte de ese lastre para situar
al periodismo deportivo español a la altura de los mejores del
mundo. Hoy por hoy es una especialización que ofrece prestaciones de
alto nivel.
El lenguaje periodístico del deporte interesa, pues, desde los
ángulos de su repercusión en amplísimos ámbitos sociales. “La
victoria podrá quedar en los libros pero la forma de conseguirla
queda en la cabeza de la gente”, dijo el técnico italiano Arrigo
Sachi. Por eso, hay que hacer una estimación de la lengua de forma
perseverante, no solo desde la ortodoxia gramatical o de las mejores
creaciones literarias sino también desde la expresión común -y la
coloquial- y las modificaciones que comporta un elemento vital de
diálogo, entendimiento y conocimiento.
Machado apreció la sencillez y su escritura modélica invita a
ponderar la construcción de las figuras literarias, las locuciones,
la adjetivación que no embriague ni empalague, la ilación de las
ideas, las premisas y sus nexos. Decir a estas alturas que hay que
cuidar o mimar el lenguaje del periodismo deportivo puede parecer una
obviedad aplastante pero en cualquier género, crónica, entrevista,
artículo, comentario e incluso editorial, es preciso afinar, si nos
apuran, hasta con un evidente afán didáctico, aún conscientes del
carácter efímero de transmisiones y textos. La avidez con que se
lee -cada vez más a un clic- requiere de un cierto dominio del
lenguaje y de solidez en el empleo de sus elementos y resortes. Ya
dijo el periodista alemán Paul Ingendaay, en el prólogo del libro
de Julián Marías, Salvajes y sentimentales (Alfaguara), que “las
historias que cuenta el fútbol son actualidad y a la vez todo lo
contrario. Atesoran momentos de nuestra vida que brillan por encima
de otras muchas cosas de nuestro pasado, sumidas en el olvido...”.
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