Fuimos
de los primeros en advertir que los vientos favorables que soplaban
-y soplan- en el sector turístico no se correspondían ni con la
generación de empleo ni con progresos en la cualificación de éste.
Igual se han producido algunos avances en los últimos meses para
minimizar aquella apreciación pero el que se haya desatado una
suerte de cisma en la patronal hotelera, a propósito de la
incidencia, parece indicar que no íbamos errados. Los trabajadores
deberían estar atentos al problema: a fin de cuentas, ellos son los
directamente afectados.
Veamos.
En la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos
(CEHAT), se está produciendo una divergencia sobre las condiciones
laborales. Por una parte, el empresario presidente de una importante
cadena hotelera, Antonio Catalán, ha tenido la valentía de
denunciar los niveles de precariedad de colectivos como el de las
camareras de piso, a cuya problemática nos hemos referido en alguna
ocasión. “Nosotros no externalizamos los pisos. No se puede pagar
tres o cuatro euros por habitación; aceptar eso supone un deterioro
del producto y de la imagen”, ha dicho Catalán en el sitio web
especializado, cerodosbe.com. Alertan
algunos dirigentes de la CEHAT de un posible fraude de ley si la
externalización se sustancia con una reducción retributiva para los
empleados.
Pero
por otro lado, el presidente de la Confederación, Antonio Molas, ha
señalado que mientras se cumpla la legalidad vigente no se comete
infracción alguna, por lo que recurrir a la subcontratación como
una fórmula para reducir los costes laborales está al alcance de
los empresarios.
Alguno
de ellos ha interpretado ya que las dos partes tienen razón, aunque,
en el fondo, lo que late es una diferencia en el modelo laboral
turístico. Las divergencias están servidas si tenemos en cuenta los
antecedentes en forma de declaraciones públicas contrapuestas que
evidenciaron el cisma del que hablamos. Ahora habrá apelaciones a la
cordura y a la necesidad de resolver las discrepancias en el seno de
la organización.
¿Y
los trabajadores, mientras? Lo dicho: atentos que deben estar. Ya las
centrales sindicales, Comisiones Obreras y Unión General de
Trabajadores, manifestaron su rechazo a la precariedad y
reivindicaron más empleo y mejores condiciones de trabajo a medida
que los porcentajes de crecimiento y ocupación seguían subiendo. A
su voces se unieron las de un movimiento, Las Kellys, que han llegado
a denunciar salarios de setecientos euros por jornadas que las
camareras consideran agotadoras. Un dato, por cierto, hasta ahora no
desmentido: hay unas doscientas mil camareras de piso en España. La
mitad están subcontratadas por empresas de servicios, de modo que
con esa medida se salta la aplicación de los convenios del sector.
Entonces,
si hay que reconocer que haya empresarios con sensibilidad y visión
para entender que algunas situaciones son acreedoras de corrección,
también habrá que confiar en que la bonanza a cuantos más alcance,
mejor.
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