Atención
al nuevo concepto en el ámbito turístico: sol y datos, que
sustituiría al sol y playa, tan enraizado y tan consolidado. Lo han
avanzado en Mallorca, en el curso de un congreso mundial sobre islas
inteligentes. Este sí que es un auténtico reto, término tan
empleado incluso en ofertas políticas programáticas. Sol y datos es
la síntesis de un modelo que trataron de innovar y perfeccionar por
múltiples vías, siempre pensando en la inagotable bondad o
generosidad del clima y de la naturaleza, pero la especulación y los
apremios de los negocios, incluidos los urbanísticos e
inmobiliarios, impidieron planificaciones y actuaciones adecuadas,
algunas de ellas tardías y con ánimo reparador.
Pues
bien, hay que empezar a familiarizarse con ese concepto, derivado de
otra idea, big data (en
español, datos masivos, aunque apenas se utilice en la traducción),
que viene a ser como un proceso de recolección de grandes cantidades
de datos y su inmediato análisis, especialmente el comparativo, para
aflorar información oculta o desconocida, nuevos códigos y otras
correlaciones, de modo que permita incursionar en nuevos campos donde
los medios convencionales de procesamiento tardan más de la cuenta o
incluso no aciertan a desmenuzar sus características.
Quedémonos
con estos usos derivados del big data: capturar,
recolectar, analizar, almacenar, transferir, compartir enormes
cantidades de información... Ello desemboca, claro, en obtener
conocimiento en tiempo real y esmerarse en la protección de datos
personales.
¿Cómo
se aplica en turismo? Muy sencillo: si se acepta el reto, esto es,
afrontar la gestión de los recursos de las islas como territorios
inteligentes, habrá que disponer de toda esa información,
debidamente ordenada y procesada, para impulsar y mejorar la
conectividad, administrar con visión futurista y sostenible los
recursos que pudieran ser escasos y hasta cualificar con razonables
estándares de rentabilidad la diversificación de los productos
turísticos.
Pensemos,
por ejemplo, en los dos principales archipiélagos españoles: el
turismo representa el 45% del Producto Interior Bruto (PIB) de
Baleares; y el 32% de Canarias. Los registros más recientes de
afluencia de visitantes superan los veinticinco millones de personas
en ambos destinos. Los porcentajes y los números absolutos,
independientemente de las coyunturas favorecedoras, hablan por sí
solos.
Y
como tales, predisponen para que España encabece, tal como se habló
en esa convocatoria de Calviá, una red mundial de islas inteligentes
con el fin de avanzar sin demoras en la aplicación de este concepto,
clave en el desarrollo inmediato del sector. Ya no es solo sol y
playa, que hay que cuidar, por cierto, pues son el sustento esencial.
Más allá, incluso, de las experiencias que pueden servir de soporte
a una acción promocional, aparece sol y datos, un concepto que es
indispensable madurar para competir al máximo nivel.
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