Con
mil euros de sanción han despachado en Coalición Canaria (CC) la
disidencia de la diputada Ana Oramas en el voto de la investidura de
Pedro Sánchez, ya presidente español, pese al 'no' rupturista de lo
que inicialmente habían acordado los órganos de la formación
nacionalista.
Hasta
la solución -independientemente de la cuantía- parece ahondar en el
proceso que vive CC desde que, pese a mejorar resultados en las
elecciones de mayo del pasado año, ha ido siendo desalojada del
poder en las instituciones, en algunas de las cuales se mantenía
desde hace décadas.
La
decisión de Oramas, que parecía visiblemente arrepentida el día
después de modo que hasta llegó a pedir perdón por no decir a los
suyos que iba a irrespetar su decisión, no es buena para la
democracia ni para el sistema de funcionamiento de los partidos.
Cierto que Oramas fue jaleada -como si aquella indisciplina hubiera
sido un acto de heroicidad- pero a medida que transcurrieron las
fechas y se sucedieron algunos acontecimientos, cualquier persona
juiciosa sabe que esas cosas no se hacen. Ni la omisión ni la
contravención. En una época en la que la política y los agentes
para canalizar sus decisiones -se supone que democráticas- necesitan
solidez y coherencia, para que la ciudadanía conserve, al menos, los
grados de confiabilidad que se otorgan y no prosiguen su evaporación
ante el avance de opciones populistas y radicalizadas, callar ante
los propios leales las verdaderas intenciones y no avisar de la
desobediencia en la que se va a incurrir, es, cuando menos,
reprobable, políticamente hablando.
Razones
habrá tenido Ana Oramas que quizá algún día sean conocidas. Y
admitimos que pueden ser el germen de alguna operación política que
signifique la voladura controlada de CC y la resurrección de las
Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), con el correspondiente
reparto territorial. Total, para que Canarias siga siendo región
polémica (con permiso de Carballo Cotanda) o territorio incapaz de
una mínima entente vertebrada, pese a haber disfrutado de las mieles
del poder durante años y años.
Pero
su disidencia no contribuye a la madurez política. Hasta es
relativamente fácil protagonizarla. Pero queda mal si no se es
consecuente con la determinación. La renuncia era el siguiente paso.
Pues no: dio pie a la confusión de propios y simpatizantes, alimentó
el desconcierto -mucho tiempo jugando a eso con la gente- y vio
minimizado su impacto desde que Unidas Podemos propuso a Victoria
Rosell como delegada del Gobierno en su lucha contra la violencia de
género y desde que Pedro Sánchez dio a conocer en las primeras
horas de la mañana del sábado el nombramiento de Carolina Darias
San Sebastián como ministra de Administraciones Territoriales y
Función Pública.
Oramas
se ha quedado sola. Duran poco los papeles de heroína. Cuesta mucho
que la valentía -si es que la hubo- sea reconocida en política y
vaya impregnada de sostenibilidad. Su disidencia y las circunstancias
dejan a CC en un oscuro callejón.
Completamente de acuerdo con el análisis político sobre el conflicto Oramas
ResponderEliminarPreciso y objetivo, como siempre.
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