Reivindicaron
días pasados, en el Congreso de los Diputados, la figura de Alfredo
Pérez Rubalcaba en ocasión de la presentación de su libro que contiene los
‘Discursos parlamentarios’. Se dijeron de él conceptos como “uno de los grandes
de la democracia española”, “un gobernante eficaz y un socialista leal”, “tenía
una devoción por el lenguaje, bien hecho y por las palabras bien hilvanadas,
que respondieran a algo, que tuvieran contenido”, los cuales reflejan una parte
de su talla humana y de su personalidad política.
Coincidimos en varios encuentros de trabajo en
uno de los edificios del complejo de La
Moncloa y le acompañamos en algún desplazamiento cuando ejercimos la
Delegación del Gobierno en Canarias. Ahí pudimos comprobar su estatura
política, la que consolidó en una trayectoria ejemplar que se hizo acreedora
del respeto de sus adversarios. Hasta el Rey emérito ha ponderado sus
habilidades negociadoras y su talante negociador y resolutivo.
“El adiós a la actividad política
de Alfredo Pérez Rubalcaba es un hecho significativo en la política de nuestros
días y en el propio socialismo español. Su hoja de servicios es impecable, por
muchos empeños que hayan puesto los enemigos y los pedrojotas en denigrarle, en
denostarle y en mezclarle en asuntos turbios. Su estatura política es la de un
hombre de Estado que ha acreditado durante sus tareas gubernamentales y
parlamentarias. Se ha ido, además, con la actitud de los humildes, sin
estridencias, como hacen las cosas quienes, basándose en la madurez alcanzada,
saben dar el paso al costado para que avance otra generación.
Pérez Rubalcaba asumió la dirección federal de su
partido en uno de los peores momentos -si no, el peor- de la historia. De la
organización y de la propia política, vituperada sin reservas en un país
desencantado por tantos motivos subyacentes en la vida pública. Desempeñar la
secretaría general en esas condiciones era más que complicado. Sin embargo,
Rubalcaba timoneó con cordura y responsabilidad hasta donde pudo, hasta donde
los resultados electorales (elecciones europeas) lo permitieron. En el naufragio,
fue un capitán sapiente, que no se arrugó, consciente del trance histórico que
le tocó vivir. Tan solo con el acuerdo logrado en Granada, sobre el modelo
territorial del Estado, es merecedor de reconocimiento. Tratar de enderezar el
navío socialista en aguas más calmadas, para retomar fuerzas y tener una guía
rigurosa, con la Conferencia Política del pasado otoño, es otra prueba del
trabajo serio y comprometido del dirigente orgánico. Todo eso, después de haber
ganado un congreso con resultado apretado, la prueba palpable, a posteriori, de
una victoria pírrica.
En el haber del político socialista hay que consignar
su decisivo e inteligente papel en la desarticulación del terrorismo etarra así
como su empeño en impedir que lo de Catalunya -cuya solución es impredecible-
haya ido a peor. El hombre de Estado prestó esos y otros importantes servicios
que ponen de relieve su estatura política.
Su relación con Canarias, excelente. Aquí también
dejo su sello de gestor eficaz, con asuntos de tan variada naturaleza como
fueron las dotaciones científicas para las investigaciones astronómicas, los
equipamientos educativos, el fenómeno de la inmigración irregular, el
tratamiento de la seguridad interior y hasta el mismísimo Plan Canarias.
Rubalcaba fue sensible con las islas y durante esta última etapa mantuvo una
excelente relación política con el presidente de la Comunidad Autónoma.
Alfredo Pérez Rubalcaba entendió que era el momento
de retirarse. Otros escenarios, otras circunstancias, otros apremios. Cuando
tras las elecciones europeas, con los resultados en la mano, anunció que asumía
la responsabilidad, cuando contrastó que era un lastre para su partido y quería
liberarlo, empezó a dar el primer paso fehaciente de su retirada. Interpretó
que lo mejor era irse, convocar un congreso extraordinario y empezar a
materializar la renovación de la organización a partir de lo concluido en la
Conferencia Política, sobre todo con la celebración de elecciones primarias
abiertas y la participación directa de militantes. Y para esta tarea, para que
no hubiera duda de que lo mejor era estar al margen, cedía los trastos.
Pérez Rubalcaba vuelve a su cátedra universitaria, a
los 63 años. Volver a civil. Podrá entonar el “decíamos ayer…”. Ahora, con el
Congreso de los Diputados puesto en pie ovacionándole, con la colección de
opiniones de admiración procedentes de casi todas las opciones políticas, dice
un adiós elegante.
A la altura de su figura política”.
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