Habíamos dado por cerrada la serie sobre la realidad del
complejo turístico ‘Costa Martiánez’ pero la controversia suscitada tras la
finalización de la relación contractual con la cooperativa ‘Cosmar’ y la
situación en que quedan las instalaciones, propensa al deterioro y nada
favorecedora de la proyección de la principal empresa turística del
Ayuntamiento, hacen que sigamos analizando esa realidad con el mismo ánimo
constructivo de aportar alternativas e impulsar soluciones. Tranquiliza
comprobar, en ese sentido, que hasta hora, nuestros criterios son respetados y
no refutados.
El caso es
que cuatro días después de haber destapado el asunto en el espacio de opinión
que gentilmente nos ha ofrecido Teidevisión, y cuando ya las señales de
desconcierto y de funcionamiento anómalo eran evidentes, el gobierno local
compareció ante los medios para explicar el proceso seguido ante la caducidad
de la concesión administrativa. En la explicación, revela los pasos dados hasta
producirse la ruptura con la cooperativa contra la que arremete por sus
incumplimientos y sus pretensiones. El relato del gobierno es muy respetable y
coherente. Falta conocer la versión de ‘Cosmar’ cuyos responsables, un suponer,
estarán haciendo acopio de argumentos en sentido contrario, más que nada para
justificar algo y salvar los muebles.
Pero ésta,
aunque inacabada, es la vertiente técnico-jurídica del contencioso que
probablemente aflorará. Hay otra que acaso pueda considerarse como la cuestión
de fondo y es el aspecto real que ofrezcan las instalaciones. El riesgo de
deterioro es evidente; las molestias pueden incrementarse; las reclamaciones seguro
que irán en aumento; las posibilidades de que alguien se sienta defraudado al
acceder subirán; la merma de calidad en los servicios y prestaciones es un
hecho evidente; el descontrol en las entradas y salidas, en las prestaciones
interiores y en el abuso de los hechos no autorizados -como por ejemplo, llevar
calderos de comida o utilizar aparatos de música- serán factores perjudiciales
que coadyuven a proyectar una imagen negativa del complejo, la joya de la
Corona, como hemos escrito en reiteradas ocasiones.
Esto es lo
que debe preocupar prioritariamente a los responsables del gobierno local que,
en estos, por cierto, deben tener competencias compartidas. La situación
presente es bien sencilla: estamos ya, prácticamente, en temporada veraniega;
el lunes próximo podrán ser utilizados nuevamente el Lago y aledaños,
concluidas las tareas de mantenimiento -¿habrán sido suficientes, por cierto-;
y los servicios que estaban a cargo de ‘Cosmar’ seguirán cerrados y sin
funcionar, o lo que es igual, en una situación poco edificante desde el punto
de vista estético y poco productiva para usuarios y para el propio
Ayuntamiento.
Algunos de
los clientes habituales hablan de abandono y nos transmiten su preocupación
porque palpan -algunos, a diario- el progresivo deterioro de las instalaciones
que puede empeorar, sin duda. Tengamos presente que el Lago es la principal
empresa turística del Ayuntamiento. Por tanto, el gobierno local -incluida el
área de Turismo- no sólo debe ser sensible sino que está obligado a esmerarse
que, en este caso, dadas las circunstancias reseñadas, equivale a operar
diligentes medidas correctoras. Si también el complejo va a entrar en un
proceso de desgaste -difícilmente recuperable-, si algunas provisionalidades
van a chocar con parámetros de calidad y se van a prolongar, el coste va a ser
altísimo para una ciudad que intenta superar, con grandes penalidades, su tránsito
de decadencia.
Salvemos el
Lago. No es una exageración ni un timbre de alarma: es un deber de todos.
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