Desmantelado
el Estado del bienestar, la cuestión ahora es cómo sobreviven los náufragos. Ya
se ha visto que hasta los que parecían pilares intocables, educación y sanidad,
se están resquebrajando. Los rigores de la crisis y las contradicciones del
Gobierno de la nación, al que tampoco se le ve mucha voluntad política que
digamos -y menos, alternativa- se llevan por delante dos sostenes de la
sociedad de nuestros días. Ya nada será como antes.
Puerto
de la Cruz tiene un claro ejemplo de lo que hablamos: el Centro de Educación de
Personas Adultas (CEPA) no tiene quien le acoja. La situación es crítica desde
el momento en que el gobierno local ha respaldado una iniciativa de la alcaldía
para que el CEPA abandone las dependencias de la Universidad Popular
Municipal Francisco
Afonso que le habían sido cedidas provisionalmente. Hablamos de unos mil
trescientos alumnos, no solo de la ciudad turística, sino de municipios
limítrofes; y hablamos de enseñanzas de Alfabetización, Secundaria, Acceso a la
Universidad a mayores de 25 años, Inglés, Cualificación profesional de
confección y preparación de acceso para el ciclo de Grado superior, entre otras
materias que se imparten.
El
Ayuntamiento ofrece como alternativa el traslado al colegio infantil primaria César Manrique pero la inspección de la
consejería de Educación del Gobierno de Canarias lo considera inviable. Alega
el alcalde la necesidad de recuperar las aulas así como de racionalizar el
funcionamiento de la
Universidad Popular y los gastos añadidos que el CEPA
comporta. Pese la inviabilidad señalada, el gobierno local se mantiene en que,
finalizado el presente curso, no habrá más clases ni actividades del CEPA en
las instalaciones que venía ocupando en el inmueble de la calle Mazaroco.
Ojalá ese planteamiento signifique tomarse en serio de una
vez la revitalización del Organismo Autónomo Local (OAL) hasta el punto de
garantizar la continuidad de la propia UPM. Porque no queremos pensar en otras
salidas que equivalgan a desentenderse casi por completo de estas políticas
sectoriales y de los espacios físicos donde desarrollarlas.
A la
espera de la evolución del contencioso que se adivina, la conclusión es
preocupante: se pierde una opción de enseñar y aprender. La desazón de Mercedes
Lima, la tenaz directora del Centro de Adultos, tiene que haberse acentuado.
Son ya varios años de lucha con la angustia de la provisionalidad. El alumnado
es el gran perjudicado y la incertidumbre de este limbo en el que ahora mismo
se encuentra, es decir, ni UPM ni el colegio César Manrique, en pleno proceso de matriculaciones para el próximo
curso, sin atisbos de soluciones estables a corto plazo, es más que
inquietante.
Más
sensibilidad, más diálogo, más acercamiento, más cooperación
interinstitucional… Son conceptos que se repiten, ideas ya reiteradas pero que es
inevitable hacerlo cuando se palpa que no hay soluciones. Es como predicar en
vano, la verdad. ¡Cielos! Una educación sobre la que pesan riesgos de
desertización. Y encima, desde La Orotava se han apresurado con la oferta de
unos locales para albergar el centro. Sería, de consumarse, otra pérdida para
un Puerto de la Cruz que, hasta hace poco, fue abanderado de políticas
sociales, entre ellas, las educativas.
¡Qué
lástima!
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