Superado el XII Congreso entre desconcierto e insatisfacción,
al socialismo canario aún le quedan unas cuantas etapas de montaña para
culminar su aspiración de reasumir un liderazgo político, muy menguado desde el
punto de vista electoral. Las convocatorias congresuales insulares del próximo
otoño y la renovación de las agrupaciones locales antes de que termine el
presente año, o durante los primeros meses del próximo, serán unas duras
pruebas para contrastar si está en condiciones de recuperar espacios políticos
-todos esos que se diluyen entre el desencanto generalizado y las expectativas
que generan otras opciones no necesariamente configuradas como organizaciones
partidarias- y respaldos electorales.
Duras
pruebas porque el viento de la inquietud social no sopla a favor. Peor se puede
poner porque estudios de opinión revelan que, a pesar de todas las medidas
gubernamentales encabezadas por Rajoy, el desmantelamiento del Estado del
bienestar y la peor comunicación que se recuerda pese a los aliados mediáticos,
el supuesto desgaste no es aprovechado por el primer partido de la oposición.
El pueblo español parece resignado: confiamos en la derecha, nos ha engañado
masivamente, se contradice, gobierna en contra de la clase media, elimina
derechos, abre brechas sociales sin ton ni son y sube impuestos. Pero es lo que
hay y qué más da, qué harían los otros. Es la conclusión.
El caso es
que el socialismo canario está ante el dilema de saber aprovechar el poder
institucional del que dispone y fortalecer la organización para poder ofrecer
una alternativa innovadora y creíble a la crisis que se vive en Canarias. Ya
hemos dicho que no es un problema exclusivo de del PSC, que el desapego de los
ciudadanos hacia la política y, en concreto, hacia los partidos, debe hacer
reflexionar a éstos, a sus bases y a sus aparatos directivos que no sólo están
tardando demasiado en dar respuestas convincentes sino que se pierden en pugnas
intestinas cada vez más personalizadas y radicalizadas, equilibrios de
territorialidad y café para todos que semejan la cuadratura del círculo,
debates nominalistas y adhesiones inquebrantables. Así es difícil devolver
ilusión y producir renovación.
Es verdad
que la gente quiere partidos serios, sólidos y cohesionados. Pero no es menos
cierto que también quiere saber lo que ofrecen. Y así, una semana después del
cónclave socialista de Adeje, poco o nada ha trascendido de lo aprobado y
resuelto allí, de lo que quieren hacer los socialistas en asuntos tan dispares
como la modificación del Estatuto de Autonomía, el modelo energético, las
políticas sociales y la progresiva devaluación de lo público. Faltan elementos
y las concreciones en el paisaje.
Está
demorándose, sí, la nueva dirección en realizar un ejercicio didáctico
intramuros y explicativo ante la ciudadanía que refleje cuáles son los
objetivos y cuáles son los caminos. Cuando se pide preservar señas de identidad,
desde la propia actuación en las instituciones, eso sólo es posible con una
comunicación fundamentada, fluida y constante. Una comunicación que empieza por
tener presencia, activa y física, en la sociedad. Es asignatura, desde luego,
salvo en alguna isla, flaquea y sigue pendiente.
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