Como uno tiene esa vocación de aprendiz
permanente, siempre llaman la atención aquellas afirmaciones que permiten tomar
el pulso al ejercicio profesional. Sobre todo, porque fundamentan la
autocrítica que hay que llevar a cabo, independientemente de que se exteriorice
o no.
Desde
México llega el último de los testimonios que nos invita a reflexionar en el
sentido apuntado. Se trata de Alma Delia Fuentes, redactora o editora-jefa de CNN México, quien se muestra contundente
a la hora de manifestar:
-Lo
que mata la calidad del periodismo es la incultura de los periodistas, la mala
preparación que reciben en las universidades. Terminan la licenciatura y no
saben hacer una nota. No leen, no saben preparar una entrevista.
En
efecto, una formación deficiente, que sólo se compensa con una práctica
continuada y con una atención constante a cuantas correcciones te puedan hacer,
influye decisivamente a la hora de elaborar y acabar cualquier producto
periodístico. El desconocimiento condiciona el procesamiento de datos, informes
y las fuentes de que nutrirse antes de hablar o escribir. Y editar o publicar.
Todos
tenemos alguna experiencia con la que contrastar estas limitaciones que,
incontroladas, pueden desembocar en episodios ridículos o hilarantes. Es normal
que no se sepa redactar un suceso, por muy elemental que parezca o en donde no
se han producido víctimas. Se puede entender que el encargo de la crónica de un
concierto resulte fallido si no se conoce la trayectoria de los intérpretes o
no se distingue el viento de los teclados. Es a base de leer, de ilustrarse, de
consultar, de preguntar cómo se superan todos esos vacíos. Pero si a la
ignorancia se suma la falta de humildad, la impermeabilidad a aceptar
correcciones, revisiones o críticas, la obligación de informarse mejor, el
desaguisado es de incalculables proporciones. Por fortuna, no todos los
neoperiodistas se comportan así: hay quienes admiten una llamada de atención,
una sugerencia, una supresión de párrafos o un cambio de titular. Es por su
bien.
El
periodista debe superar esa carencia de cultivo o de cultura con su propio
esfuerzo. Debe ser una motivación añadida para crecer y para progresar. Leer
más, escuchar más, no creerse en posesión de la verdad, contrastar las fuentes,
reconocer que puede haber más de un punto de vista, superar prejuicios… Lo
dicho: aprendiz permanente. No importa pasar por un ‘machaca’.
Alma
Delia Fuentes hace una apostilla a su afirmación:
-A
ti y a mí nuestros maestros nos decían que para ser periodistas había que leer
las veinticuatro horas del día e informarnos, incluso en vacaciones.
Cuánta
verdad. Uno les recuerda ejerciendo su magisterio con un claro criterio de
mejorar el oficio. Y de evitar que la construcción sintáctica careciera de
sentido o resultara ininteligible. O de modificar la introducción de la noticia
de alcance.
Claro
que el tiempo es un apremio. Y la inmediatez. Y la fiabilidad. Pero las
exigencias para informar u opinar, para relatar o entrevistar, entrañan la
seguridad de contar con un bagaje cultural que favorezca, incluso, salir airoso
cuando se registre una contingencia adversa.
Este
es un oficio que hay cuidarlo desde dentro. Cierto que ha habido muchos osados
y que la libertad de expresión y el elevado número de plataformas -donde no ha
existido la más mínima preocupación por mejorar y cualificar sino por rellenar,
ingresar y explotar- han propiciado situaciones que avergüenzan. Luego, en las
manos de los propios periodistas está que el oficio no se siga degradando.
A
culturizarse.
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