Total,
¿qué es una raya más para un Gobierno incumplidor? Total, ¿qué
más da traspasar la supuestamente línea gruesa roja gruesa de las
pensiones si con las anteriores medidas no sólo se han ganado
elecciones sino que se ha resistido con toda dignidad y, encima, el
socialismo no remonta? Total, ¿qué va a pasar si ahora no se
revalorizan aquéllas y se revisa en sentido contrario el año
próximo, más cerca de la cita electoral y así queda más fresca en
la memoria?
Lo
había anunciado por activa y por pasiva, lo había dicho por todos
los rincones y plazas, lo había sostenido en todos los discursos, en
todas las entrevistas y en todas las intervenciones. Pero Mariano
Rajoy ha sucumbido e igual que incumplió con el abaratamiento del
despido, con el incremento de los impuestos, con el copago sanitario
y con la reducción del desempleo, lo ha hecho ahora con la
revalorización de las pensiones. Las pensiones eran el último
clavo, la última baza para acreditar que lo intocable era lo
intocable; pero un nuevo golpe a la hucha de las pensiones en un solo
año revela lo desbordado que está el ejecutivo al que le valen la
paciencia, la pasividad y de desmemoria de la ciudadanía para seguir
escapando. Es difícil encontrar un gobernante que haya mentido más,
que más haya hecho lo contrario de lo que había previsto. En
efecto, hemos asistido durante el primer año de la legislatura a una
auténtica contorsión de la realidad.
No
es de extrañar que hasta empresarios afines a la causa sigan
frunciendo el ceño del malestar y de la duda. El derechío
mediático, impasible el ademán. Aunque ha de hacer esfuerzos cada
vez más notables para invertir o sesgar las situaciones, negándose
a evidenciar que por este camino, el de la austeridad pura y dura, el
de las restricciones sin anestesia, no se avanza ni se satisfacen las
demandas ciudadanas. Hasta la manida herencia ya flaquea: las
pensiones han perdido más en el año de gobierno de Rajoy que en
toda la era Zapatero. El algodón no engaña: durante el mandato del
ejecutivo popular, las pensiones ya se han devaluado 1,9 puntos
porcentuales. Con razón la ministra de Empleo ha dicho que se
trataba de una de las decisiones más complicadas y dolorosas que han
adoptado. Anunciarla tras el consejo de ministros y defenderla ahora
en el Congreso de los Diputados es un ejercicio circense: más
difícil todavía. Presentarse ante la ciudadanía y ante la
representación del pueblo después de haber incumplido tanto y
buscar argumentos para justificarse es muy meritorio.
Pero
puede que también muy vano, vista alguna clasificación periodística
del exterior y el mantenimiento de las constantes de protesta y
rechazo popular que se suceden en el país, especialmente en torno a
la sanidad y la asistencia social. La credibilidad del presidente
Rajoy y la de su Gobierno está bajo mínimos, muy mermada. En el
manual estará lo de insistir (en el caso de las pensiones,
inevitable medida para cumplir con los objetivos del déficit, Fátima
Báñez dixit),
pero
que en este país, entre incumplientos serios y de fondo y ahora la
pérdida del valor adquisitivo de las pensiones, estamos asistiendo a
una fractura social como no se había imaginado, es una evidencia
que, salvo milagro o giro de trescientos sesenta grados, permite
divisar un desolador panorama desde el puente.
Y queda aún más. Ciertos medios de comunicación ya se encargan de difundir que en Grecia los pensionistas van a cobrar, grosso modo, la mitad. No mencionan cuánto percibían. Seguro que se trata de un aviso a navegantes. La que me espera. Y el paro sigue aumentando. Las cotizaciones a la seguridad social, disminuyendo de manera alarmante. Pero nos viene dinero de Europa... para sanear la banca, que no para que fluya y genere confianza.
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