Un grupo de trabajadores, unidos con el título colectivo Salvemos RNE, lanza un grito
desesperado. “Esta no es la radio que queremos hacer”, dicen en el arranque de
una carta dirigida “a los ciudadanos de este país” que es bastante reveladora
de la experiencia que están viviendo desde que accedieron a la dirección los
actuales responsables.
No quieren intromisiones políticas ni sesgos. Por eso
rechazan también los que pudo haber en el pasado. Quieren la radio de los
últimos años, una etapa en la que “la ideología quedó al margen y pudimos
trabajar con libertad y con criterios exclusivamente profesionales… [Una etapa]
que ha sido reconocida dentro y fuera de España, y por gente de todas las
ideologías”.
Se ve que tampoco son buenos tiempos para la radio pública,
cuando sus trabajadores denuncian públicamente “la manipulación y el
sectarismo”, doble factor que conduce inevitablemente a la pérdida de
credibilidad y de calidad en la programación. La conclusión de su carta a la
ciudadanía es terminante: “Una radio en la que hemos pasado de la seriedad y la
exigencia, a la desorganización, el desconocimiento y la despreocupación”.
Tiene que ser durísimo trabajar en las condiciones que se
adivinan en este escrito, algunos de
cuyos párrafos hay que reproducir textualmente para apreciar el malestar que
anida en Radio Nacional de España. Por ejemplo, éste, bastante significativo:
“…Deben saber que estamos hartos de que a los trabajadores se nos tenga por un
ejército que está ahí para obedecer las instrucciones de unos o de otros aunque
sean opuestas, ilógicas e injustas. Estamos agotados de que nuestras carreras
profesionales fluctúen o ni existan por razones ajenas a nuestro trabajo. Por
no aceptar órdenes políticas o porque otros las aceptan demasiado. Y lo que es
peor: estamos tristes porque sabemos que no hay mayor mal para una radio que
estar cambiando constantemente las voces, los programas y las formas. Porque
así es imposible fidelizar oyentes. Y ahora que habíamos empezado a
conseguirlo, volvemos a tirarlo por tierra”.
Es fácil deducir que se trata de un grito desesperado.
Conocemos la casa. Colaboramos en los informativos de la
radio pública en la segunda mitad de la década de los ochenta. Y luego, siendo
José Antonio Pardellas director del Centro Emisor del Atlántico, tuvimos,
gracias a su generosidad y confianza, la oportunidad de conducir un programa de
opinión que, con frecuencia semanal, se mantuvo ininterrumpidamente durante
tres años en antena. Nunca hubo una consigna ni una indicación: invitamos a
quienes quisimos y el programa fue un desfile de testimonios que reflejaban la
pluralidad política a la vez que un enfoque riguroso de la actualidad canaria y
de más allá. Recordamos, por ejemplo, cuando en un día de reflexión de campaña
electoral y era norma no emitir opiniones ni valoraciones, hicimos un programa
en directo que, pletórico de datos relativos a la jornada de comicios en
Canarias, mereció, nada más terminar, el reconocimiento de los estados mayores
de organizaciones políticas que nos terminaron pidiendo los datos que ¡ellos no
poseían!
Gran elenco de profesionales el de aquella época en Radio
Nacional de España en Canarias. Su cobertura era una garantía. Ahora, jubilados
una buena parte de ellos, asistirán atónitos a esta situación. Y los actuales,
pendientes de una reorganización interna sobre la que pende las incertidumbres
de alguna supresión.
Hoy en día, las penurias caracterizan la radio pública que
cumplía hace nada setenta y cinco años. Escriben sus trabajadores que han
desaparecido la espontaneidad, los debates, la tensión informativa. Se ha
apagado la redacción. “Todo ha desaparecido para dar paso a un silencio
motivado por el miedo a las represalias”: cuando hacen una afirmación de este
tipo, no son necesarias muchas explicaciones más.
Pero no se rinden. Y es entonces cuando aplaudimos su
resistencia y su espíritu disconforme que no busca situaciones funcionariales
acomodaticias sino dignidad profesional, un ejercicio libre en una cadena de servicio
público que logró en el pasado altas cuotas de respeto y de credibilidad. Además
de esta carta a los ciudadanos españoles, ya están activos en las redes
sociales donde alzan su voz para no ceder ante la presión y la manipulación.
Anuncian que no se agotarán con tal de elevar el nivel y de situar a la emisora
donde realmente tiene que estar, a la altura de las que compiten y elaboran un
esmerado producto radiofónico.
Animo y suerte.
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