Era un pertinaz observador. Y
una persona metódica en su trabajo. Adusto sin renunciar a la ironía, todo lo
contrario: le gustaba bromear y hacía chanzas de cuantas situaciones abundaban
en el deporte y la información deportiva. Oyente de radio empedernido y
admirador del trabajo de los grandes fotógrafos que plasmaban momentos
inolvidables.
Enrique Roca i Agustín llegaba puntual a la redacción de
Santa Rosalía de Diario de Avisos, donde
ejerció la jefatura de sección de deportes. Lo hacía después de cumplir su
jornada funcionarial en el cuerpo de Telégrafos. Allí compartimos mesa y
afanes. Y discrepancias en torno a gestión de órganos y políticas deportivas.
Curiosamente, nunca de tratamientos informativos porque, además de su
tolerancia, era muy respetuoso con la óptica de los demás. Siempre ponderamos
esas cualidades así como su comprensión y la flexibilidad con que se comportó
durante un complicado y largo trance familiar.
Eran los tiempos, finales de los setenta, en que se
trabajaba con medios escasos, cuando había que establecer contactos
particulares para obtener resultados y cuando aún se tomaban las crónicas por
vía telefónica. Cuando se luchaba con horarios intempestivos. Los miércoles,
por ejemplo, cuando había partidos de Copa o se disputaba algún encuentro entre
semana, la alteración del ritmo laboral era evidente. Enrique respondía a los
reclamos y a las prisas del Leopoldo director para cerrar páginas con mesura y
calma valencianas. Celoso de su trabajo, revisaba las pruebas de los titulares y
hasta los pies de fotos. Aguantaba lo que fuera necesario con tal de asegurar
una información. Y encima, dejaba preparadas una o dos páginas para avanzar la
edición del día siguiente.
Hizo buen equipo en la sección. Con Esteban Morales, con
Julián Carlos, con Lucio Llamas, con Gustavo Armas, con María Luisa Arozarena, con los Senante, con
Carlos Luis Chevilly -que le sucedió en la jefatura de la sección, no sin antes
bromear unas cuantas veces con “los latigazos” que pedía tras sus demoras-, con
tantos colaboradores a los que siempre dispensó un trato de estima y superación
en el trabajo. Tenía la virtud de escuchar y cuando no convencían cualesquiera
de las razones con las que esgrimir una omisión o un retraso, era lo
suficientemente tolerante como para saber callar… y sonreír para los adentros.
Tiempos de penurias deportivas, de descensos, de creación
del grupo canario de Tercera División, de resistencia baloncestística, de
controvertida lucha canaria, de renacimiento automovilístico, de florecimiento del
balonmano y de cambios en las estructuras deportivas. En ese contexto, hizo
información deportiva Enrique Roca cuyo fallecimiento ha llenado de natural
consternación a quienes le tratamos y conocimos.
Cubierta su etapa periodística, que completó perteneciendo a
la directiva de la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife, quiso incursionar
de lleno en las entretelas del fútbol. Juan Padrón le fichó como secretario
general de la Federación Tinerfeña de Fútbol. Y desde este cargo dio el salto a
la secretaría general del Club Deportivo Tenerife, en la que ejerció con
solvencia en pujantes e inolvidables momentos de su historia. Era el fútbol por
dentro, el que siguió viviendo con pasión y experiencia, durante un tiempo, por
cierto, bañado por los aires marítimos de Martiánez, en el Puerto de la Cruz,
donde residió. Todavía tuvo tiempo para revalidar su compostura y expresar su
autorizada opinión en emisoras radiofónicas que la solicitaban y en una
tertulia televisiva.
Para Fina, su esposa, hijos, y toda la familia, un sincero
testimonio de pesar. Será recordado siempre.
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