“Propulsor del patrimonio
democrático”, le definió el etnógrafo e historiador Manuel Lorenzo Perera en el
curso de su intervención en la apertura de la exposición titulada “Tradición
viva”, con la que el pintor egipcio Osman acude a la cita anual, en el Liceo
Taoro, de las fiestas del Corpus y San Isidro en La Orotava.
Hay quien prefirió el arte al fútbol y no se equivocó, no
ya por el sonrojante resultado sino por la sublime calidad de esta nueva
colección de Osman que ha querido inmortalizar, principalmente, en obras de
gran tamaño, costumbres ancestrales como el baño de las cabras en el mar,
rescatado hace años en el Puerto de la Cruz. Visiones de la geografía urbana,
impresiones del tipismo romero e interpretación de estampas rurales, todo con
un admirable respeto a raíces, naturalismo y vivencias, completan la
exposición, pletórica de maduras sugerencias.
Lorenzo Perera describió pormenorizadamente el baño de
las cabras, el singular ritual purificador de las primeras luces de San Juan, y
Osman vivificó la tradición con el cromatismo más perfeccionista que pudo
imprimir hasta convertir la serie en una reivindicación misma del costumbrismo.
La sombra de Chucho Dorta, el hombre que se desgañitó para que el ritual
cobrase pujanza, planeaba mientras tanto sobre el Liceo. Y hasta Amílcar
Fariña, el continuador que no cesa con tal de explicar los orígenes y el
significado del baño y de otras costumbres sanjuaneras, hizo un alto en su
convalecencia para asistir a la apertura de la exposición, abierta, por cierto,
hasta el domingo 29, el día de la romería.
El autor egipcio plasma la concentración de las cabras,
los escorzos de éstas en su contacto con el mar, su pelaje y sus collares, los
torsos de jóvenes que se esfuerzan en conducirlas al Atlántico, su orilla, sus
espumas, las nubes que lo envuelven, la luminosidad adecuada, piedras y riscos
como componentes de un escenario natural que encanta cuando sobre él se posan
los pinceles de Osman, como siempre, perfeccionista, expresivo de una madurez
impulsada por el enamoramiento de la tierra que escogió para vivir.
De la tierra y de sus paisajes, de la gente y de sus
celebraciones, de las costumbres y de sus contrastes. El pintor, fiel a su
estilo, hace una sobresaliente contribución a la cultura popular que hay que
agradecer, a las reminiscencias ancestrales, al patrimonio natural,
arquitectónico y urbano que tanto cuesta conservar. Osman, así, renueva una
suerte de compromiso que, con sus dotes de observador pertinaz, ha ido
adquiriendo a medida que descubría aspectos insulares a los que proporcionó un
sello propio con una pintura seria, reflexiva, equilibrada y llamativa. Esta
vez, el artista ha logrado impactar con aquello que no se suele apreciar como
se merece. La tradición está viva según la sensibilidad de los pueblos para
cultivarlas y renovarlas si es menester. Pero también gracias a aportaciones
pictóricas que animan, enriquecen y también perpetúan.
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