La ética, la honestidad,
el alejamiento de las fuentes, una cura de humildad, menos periodismo
declarativo y la recuperación del dominio de la agenda informativa constituyen
el vademécum trazado por el decimoquinto Laboratorio de Periodismo de la
Asociación de la Prensa de Madrid (APM) que en esta edición ha versado sobre el
periodismo político.
Ha sido la cronista política de distintos medios
audiovisuales, Esther Palomera, la que expuso un análisis muy crítico y
pesimista de la profesión, acosada por problemas ya conocidos y que no terminan
de encontrar solución por parte de los propios periodistas, pese a que los
diagnósticos de éstos sean certeros y estén bien enfocados.
Pero el poder político y las empresas periodísticas
parecen, en algunos casos, ir de la mano para producir unos tratamientos
informativos y opinativos muy dóciles o muy permisivos con ese poder. Palomera
llegó a decir en las sesiones de este laboratorio que “el poder político no está
dispuesto a pagar el precio de un periodismo libre”, de ahí que a lo largo de
los últimos tiempos se haya robustecido un pensamiento al que se recurre con
frecuencia: “Estás conmigo o estás contra mí”.
Las prescripciones o los valores del primer párrafo son
determinantes para que el periodismo recupere credibilidad. Es necesario, por
ejemplo, perseverar en códigos deontológicos. La periodista María Dolores
Masana, que ejerció como vicepresidenta de la comisión de Quejas y Deontología
de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), escribió
que “la ética es un requisito transversal, permanente y universal desde
cualquier soporte de prensa”. Añadió que “en periodismo, la deontología
profesional es la única garantía para la credibilidad de los medios ante los
ciudadanos”. Concluye Masana que la ética periodística se convierte en “una
herramienta fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier
sociedad”.
Receta también el Laboratorio de la APM una cura de
humildad, un hecho en el que venimos insistiendo personalmente desde hace
muchos años. Hay que desterrar el divismo y cultivar la formación permanente.
“Aprendiz de periodista”, solía repetir el profesor Ricardo Acirón con el fin
de enriquecer conocimientos y experiencias y alejar, de paso, todas las
tentaciones de creerse o erigirse en el núcleo de la noticia o de la
información. La humildad hasta para reconocer errores o deficiencias en la
elaboración periodística y para cumplir con un papel primordial, con una
función inestimable a la hora de relacionarse con la sociedad misma. Es una
cualidad, en definitiva, para avanzar profesionalmente y para ganar respeto y
reconocimiento.
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