Todo lo de Gaza es terrible.
No han dado una oportunidad a la paz y la destrucción prosigue.
Fundamentalismo, odio, sangre, muerte y el sinfín del desastre que acumula día
tras día testimonios gráficos reveladores, a alguno de los cuales, como aquel
del sofá, ya nos hemos referido.
Ahora hay otro: el de la niña que vuelve a por sus libros y
sus útiles escolares. Si las imágenes de niños desmembrados son sobrecogedoras,
las de esta criatura que recoge de entre las ruinas los libros que se han
salvado en la masacre, no lo son menos. En medio de la gigantesca escombrera,
la niña mira a la cámara con sus libros entre los brazos. Ha venido para
rescatarlos. Para volverlos a leer o para terminar de leerlos, cualquiera sabe.
Es la otra imagen de la guerra, mejor dicho: del ataque
brutal de una de las partes. La imagen, que circula por redes sociales, apenas
sirve para humanizar pero sí para darse cuenta del valor de la vida y de lo que
está al alcance de los humanos para cultivarlo. Los libros sobresalen entre los
escombros gracias a la acción de esa menor que volvió donde estaba su casa o su
colegio y optó por salvarlos.
Parecerá exagerado considerarlo una heroicidad pero mientras
al ser humano le asista un mínimo de cordura hay que ponderar cuantas acciones
favorezcan la esperanza.
Si no fallece, si sobrevive a los ataques que sufre la
franja, es probable que alguien busque, la encuentre y la identifique. Y hasta
la lleve a la misma localización de los escombros. Quizá entonces reproduzcan
el momento. Con aquellos o con otros libros. Habrá pasado un tiempo, será que
la paz tuvo su oportunidad.
Ahora nos queda un testimonio que también pone los pelos de
punta, válido para comprender las miserias destructivas de los humanos y las
sensibilidades de otros que seguro sueñan con un mundo mejor. Un mundo con
libros y liberado de las secuelas del estallido de bombas.
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