Hay petróleo -o eso dicen-
en aguas marroquíes. Se sabe después de otra manifestación de la parte del
pueblo canario que exterioriza en las calles su oposición a las prospecciones,
y antes de conocerse las decisiones del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros sobre si procede o no que la ciudadanía
emita su opinión. El petróleo, sin brotar una gota, es causa de cisma en la
sociedad de las islas, acentuado por los intereses en liza que se reflejan, por
cierto, en las inserciones publicitarias en los medios. En una provincia de
Andalucía, mientras tanto no fueron autorizadas las prospecciones. Igual
argumentaron que es indispensable no perjudicar al turismo y que no estamos
exentos de riesgos. O sea, en síntesis, lo que dice Canarias, solo que su
posición no es tenida en cuenta, acaso porque la pugna política está en otras
coordenadas, si se quiere más personalistas.
El dilema, petróleo sí o
no, se revuelve en la recta final de la legislatura. Que lo encuentre
Marruecos, a la espera de las correspondientes evaluaciones técnicas para medir
calidades y posibilidades de comercialización, tampoco es noticia para
congratularse, sencillamente porque los niveles de riesgo en las cercanías del
territorio insular aumentan. A los partidarios del sí, todo esto les da igual,
como si los combustibles fósiles fueran la mejor solución a los males canarios.
Hasta hace muy poco, se creía que las energías renovables, las que se decían
limpias, eran una alternativa que merecían oportunidades de investigación, innovación,
inversión y utilización. Es como si ese discurso estuviera maldito o se hubiera
diluido: nada se dice ya.
Pero se seguirá hablando
del petróleo y de la opinión que el pueblo aún no sabe si podrá emitir, aunque
en las islas miles de personas ya han hecho escuchar su voz opositora. Es una
lucha desigual, claro: gritos y eslóganes y notorio apoyo institucional contra
marca, tecnología potente y dinero publicitario. Pero bueno, se continúa
librando y no está dicha la última palabra.
Sin brotar una gota, aunque
más de uno, sin ver tampoco las supuestamente aparecidas en aguas marroquíes,
se alborozará como si hubiera llovido en mayo o en los parajes más secos de las
cada vez menos afortunadas.
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