Tiene
que ser la alianza más sólida del mundo, aunque carezca de un
documento escrito que la sustente. La argamasa con que la sellaron
tiene que ser de primerísima calidad. Navega en aguas procelosas que
es un primor. Supera los embates políticos sin muchas dificultades.
Casi es indiferente cómo funcione. Se ha acostumbrado a
desavenencias internas y a recelos. Y sortea las diferencias
personales de los componentes -aunque se aireen públicamente- con
amplio margen de permisividad. Hasta se permiten hablar, en un
insólito giro, de estímulo para los integrantes de ambas
formaciones. Definitivamente, es el pacto natural.
Da
igual todo, con tal de llegar a fin de mes, pero aún admitiendo que
esta sea la razón principal, cuesta aceptar que sea la única que
inspire el mantenimiento y alargue los latidos.
El
gobierno bipartito del Puerto de la Cruz (CC+PP) aparenta estar
saliendo de otra ciclogénesis. O quizá el término puede parecer
exagerado a tenor de las reacciones y de las ¿consecuencias? Hasta
el silencio de los grupos de oposición resulta ilustrativo. Va y
trasciende -es sencillo deducir la procedencia de la filtración- que
en una sesión del comité local de Coalición Canaria, la alcaldesa,
Sandra Rodríguez, criticó sin reservas la gestión de los socios de
gobierno, poco menos que haciéndoles directos responsables de la
mala gestión que, ciertamente, está muy extendida. Hay acta y todo.
La han reproducido en varios medios.
Pero
no ha pasado nada, no vayan a creer que se ha fracturado alguno de
los ejes del primer párrafo. Pelillos a la mar. Y hasta reuniones
urgentes de estudio y seguimiento que, según algunas versioones, ni
se llegaron a celebrar. ¿Para qué? Pongámonos a trabajar, se
dijeron, que el horno no está para experimentos ni salidas de pata
de banco. Cuando ya había amainado la brisa, llegó el presidente
del PP de Tenerife, Manuel Domínguez, y por si acaso, para que no se
repita, expresa su descontento y malestar, achaca lo ocurrido a la
inexperiencia -¿inexperiencia?- de Rodríguez y pone el dedo en la
llaga: “Hay un sector de los suyos que no la quiere”.
Hasta
alguna comparación puede resultar vana. Tienen razón quienes
recuerdan las circunstancias que concurrieron en Tacoronte, cuando el
alcalde Dávila expulsó del gobierno a los ediles socialistas por
causas de bastante menor entidad que las contenidas en el acta del
comité local nacionalista portuense, dando lugar a inauditos
episodios posteriores, justicia mediante. Pero cada municipio es un
mundo, ya saben, y en la política canaria, cada vez más complejo.
El
problema, en cualquier caso, vuelve a ser de pecado original. No
llegaron a suscribir ni documento para fijar la alianza política al
comienzo del mandato. Y cuando hablen de 'pacto de caballeros' para
justificar que se fiaban y que no hacía falta rubricar, ya ven la
cortesía que distingue a algunos testimonios aunque supuestamente
iban a quedar intramuros. Un pacto político para gobernar una
ciudad, a estas alturas de la democracia -tan amenazada por otros
motivos-, debe ser el fruto de un estudio programático y de
objetivos. Cuando se carece de algo tan elemental, no es de extrañar
que pasen luego otras cosas.
Porque,
si no se han enterado, la institución es la que se desprestigia, el
nombre de la ciudad sigue proyectándose con más pena que gloria y
sus habitantes siguen sufriendo las trabas, las zancadillas, los
bloqueos y las inconsecuencias, aunque luego limen las asperezas,
siquiera hasta el próximo capítulo.
Se
acostumbraron a convivir en la burbuja de la discordia. No importa
que el afán de preponderancia de algunos contraste con el
entreguismo, ya crónico, de otros. Habrá trifulcas, desconfiarán y
estarán mal avenidos. Pero siguen cómodos, condescendientes... Y
pragmáticos, claro.
Aunque
el pueblo también parezca cansado de esa burbuja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto